XVII Conversación Clínica del ICF-E. "Presencia del analista en la cura"

Una pregunta a...

Eduard Gadea Gambús

Doctor en filosofía, DEA de la SCB, psicoanalista, miembro de la ELP.

Pregunta de Mari Cruz Alba Castaño

Presencia del analista y semblante del analista son dos conceptos de la teoría psicoanalítica que si bien no son equivalentes, son sin duda dos conceptos estrechamente relacionados dentro del campo de la problemática de la transferencia. Lacan en el Seminario XIX… Ou Pire nos dice que “es porque el analista en cuerpo instala el objeto en el lugar del semblante, que hay algo que existe y que se llama el discurso analítico… ¿Qué quiere decir eso? …vemos que, como discurso y no en lo que es dicho, en su decir, nos permite aprehender lo que ocurre con el semblante.”.¿Qué podría decirnos sobre la presencia del analista usado como cuerpo en cuanto que permite que exista el discurso analítico?

La cita lacaniana de la cual surge la pregunta corresponde al inicio del apartado 3 del capítulo XVI y último del Seminario XIX, …o peor, en su traducción castellana, que lleva como título "Los cuerpos atrapados por el discurso". El cuerpo, los cuerpos, están presentes en todo el capítulo que se inicia con un enunciado asertivo que Lacan escribió en la pizarra ese día, el 21 de junio de 1972:

Que se diga, como hecho, queda olvidado tras lo dicho, /en lo que se escucha

Podemos seguir algunos elementos del desarrollo de dicho capítulo para comentar la cita lacaniana.

Alguien consulta a un analista por algo que no funciona bien y se le invita a hablar de ello. Ese ir hablando se irá convirtiendo en un establecer relaciones entre elementos de su historia, de algo oído o dicho aquí o allá y en sorpresas que tendrán sus efectos para quien habla. Ese fue el descubrimiento freudiano que Lacan resume con un "En síntesis, ¿qué aportó él de esencial? Aportó la dimensión de la sobredeterminación" (1). Sin embargo Lacan aclara de inmediato que el hecho de que él haya hablado desde siempre del significante no significa que ignore que Freud, a partir del discurso, de esa articulación de cuatro elementos que ocupan cuatro lugares, "hizo surgir que lo que se producía en el nivel del soporte tenía relación con lo que se articulaba mediante el discurso. El soporte es el cuerpo" (2).

Los cuatro polos del discurso se determinan a partir del surgimiento del goce en la medida que éste es inaprensible. De los cuatro elementos del discurso, tres son significantes, el S1, significante amo, el S2, significante del saber, el S/, el sujeto, y el cuarto, el objeto a, el objeto plus de goce, no lo es. Precisamente porque el goce existe, porque se goza con el cuerpo de otro u otros cuerpos, pero el goce es inaprensible, el discurso es siempre del semblante y el objeto plus de goce aparece en él como tal, como semblante.

Independientemente de lo que se diga, de lo dicho, de tal o cual articulación del S1 con el S2, está el decir puesto que del goce debe poder hablarse. El discurso implica una serie de relaciones y es lazo social. Que algo sea dicho, que haya decir, produce efectos "a partir de los cuales se constituye lo que denominamos fantasma, es decir, la relación entre el objeto a, que es lo que se concentra a partir del efecto del discurso para causar el deseo, y eso que se condesa alrededor, como una hendidura, y que se denomina sujeto" (3).

En el discurso del analista éste debe ocupar el lugar del semblante, debe representar al objeto a, para que el analizante vaya tejiendo sus interpretaciones, vaya elaborando un saber que pueda ocupar el lugar de la verdad. Ciertamente se trata de una verdad que no puede decirse más que a medias, pues eso es lo que implica que su lugar lo ocupe el saber. Pero en todo caso se trata de un saber que se extrae del propio sujeto que ocupa el lugar del goce y que es el resultado del tropiezo, del acto fallido… de las sobras de saber que constituyen el inconsciente. El ser hablante al ser captado en el discurso se determina como sujeto, como sujeto dividido, aunque no sepa qué es lo que lo determina, a partir del objeto a. La posición del analista en el lugar del semblante como representante del objeto a es lo que permite que se produzca una operación, el decir interpretante, que se plantee la pregunta ¿Dónde estoy en el decir? (4).

Que el analista haga de representante del objeto a, del semblante que es el objeto plus de goce, implica poner el cuerpo porque, como Lacan dice, eso nos permite aprehender lo que ocurre con el semblante. Como él mismo dice también, al recibir a alguien se inician una serie de entrevistas preliminares cara a cara, es decir, cuerpo a cuerpo y a partir de esa confrontación entre los cuerpos "estos quedarán fuera de juego una vez que entremos en el discurso analítico" (5). La cura, el tratamiento por la palabra, no deja de lado al cuerpo, sino a un lado, lo aparta, evita el cuerpo a cuerpo, pero éste está presente para representar al semblante que permite funcionar al discurso. El decir queda olvidado tras lo dicho, pero el discurso, con todos sus elementos y lugares, es el resultado de una captura donde intervienen el cuerpo gozante y el lenguaje.

Viñeta clínica:

Un sujeto obsesivo que siempre trae preparado aquello de lo que quiere hablar, aunque eso no impide que se lleve notorias sorpresas y aparezca lo imprevisto, llega un día y afirma que no sabe de qué hablar, que ya sabe que no importa qué cuestión o tema aborde, pero que ese día no sabe qué decir. Se produce un largo silencio y tras algún titubeo y después de afirmar que no tiene ni idea de por qué es eso lo que le ha venido en mente, empieza a hablar de los olores. Se referirá a su propio olor en las sábanas al despertar, al olor del sudor de tal o cual, al olor de su novia actual y de otra anterior, al olor del tabaco en determinados ambientes de su adolescencia… Sin mencionarme en ningún momento, hace buena la afirmación freudiana de que el silencio está en relación con el analista. A pesar de que nunca fumo en el despacho, el olor a tabaco de pipa impregna mis ropas y me lo han hecho notar en algunas ocasiones. El analizante no es fumador, pero los olores son para él un auténtico referente e introducirlos en su discurso ha permitido que empezara a hablar de determinado goce hasta entonces ausente de sus dichos.

1-Lacan, J., …o peor, Paidós, Buenos Aires, 2012, pág. 220.
2-Ibid.
3-Ibid., pág. 226.
4-Ibid., pág. 229.
5-Ibid., pág. 224.