XVII Conversación Clínica del ICF-E. "Presencia del analista en la cura"
José Manuel Álvarez López
Miembro de la ELP y AMP. Psicólogo clínico CAS-Nou Barris. Psicoanalista en el Institut Genus.
En “Análisis terminable e interminable” de 1937, Freud escribe: “¿Dónde adquiere el pobre diablo aquella aptitud ideal que le hace falta en su profesión? La respuesta rezará: en el análisis propio” (capítulo VII)
El articulo circunscribe un Freud interesado en la cura y la técnica poniendo en cuestión “la peculiaridad del analista, peculiaridad que influye sobre la perspectiva de la cura y dificultan esta tal como lo hacen las resistencias”. Huelga recordar el interés de S. Ferenczi, en aquella misma época, sobre la importancia del aprendizaje del analista con relación a sus propios “errores y equivocaciones”. Exigencia que Freud minimiza a lo largo del artículo.
Entonces, ¿Cómo relacionaría el término reformulado de Lacan: “presencia del analista” con el análisis propio? ¿Hay algo del análisis propio en la presencia del “analista en cuerpo”?
El artículo de Sandor Ferenczi, “El problema del fin de análisis”(1) aborda una serie de cuestiones altamente interesantes no sólo respecto de la dinámica del tratamiento del lado del paciente, sino también del lado del analista. Freud no es tanto que minimice “la importancia del aprendizaje del analista con relación a sus propios ‘errores y equivocaciones’”, sino que le interesa señalar un real irreductible que, a lo largo del texto “Análisis terminable e interminable”(2) va adquiriendo diversas formas. En efecto, el texto de Ferenczi muestra de forma clara su gran preocupación por los efectos en el sujeto analizante de no analizarlo todo, incluyendo hasta la pretensión de alcanzar la emergencia de los elementos reprimidos que configuran el porte del paciente: su forma de andar, de moverse, de vestir que, sin la menor duda, tienen un soporte psíquico, y que Ferenczi sitúa claramente en lo que correspondería a la zona del análisis del carácter.
Freud, no obstante, le sale al paso para plantear, entre otras cuestiones, lo siguiente: sería pedir demasiado, para añadir que siempre hay un real -imposible- frente al cual lo único que podemos hacer como analistas es acompañar y situar al sujeto ante la elección de seguir rechazándolo o hacer algo con él: alcanzar su “roca viva” y “darle todos los alientos necesarios para reexaminar y modificar su actitud hacia ella”. Es la respuesta freudiana a la que Lacan le prestó máximo interés, sin olvidar el texto de Ferenczi, dado lo justo de sus apreciaciones sobre el final de análisis.
Este elemento real, residuo de la operación analítica -al que Freud hizo mención de diversas maneras desde el inicio y a lo largo de toda su obra-, es el que debemos tener presente para articular cuerpo y presencia del analista.
En primer lugar porque, como ha señalado Jacques-Alain Miller(3), “el goce a nivel del inconsciente real (...) permanece insoluble. Freud lo supo antes de que Lacan lo anunciara. Hay siempre un resto con los síntomas. Por eso no hay un final absoluto para un análisis, que dura tanto como lo insoluble siga siendo insoportable. Se acaba cuando el hombre encuentra ahí una satisfacción sin más”, punto en el cual se alude al texto freudiano arriba mencionado.
Y, en segundo lugar, porque se trata en el propio análisis de cómo mínimo acercarse a lo más singular, para aceptar y poder operar con la singularidad de aquel que nos dirige la palabra, el analizante, y darle así un lugar. Es, por tanto, hacer la experiencia de un goce in-propio, ese que no tiene otra sede que el cuerpo, imposible de negativizar, imposible pasarlo al significante, mejor dicho, de regresarlo a él. Es decir, el goce de lo que fue en su momento el impacto siempre traumático del encuentro con la lengua; impacto que hizo cuerpo, cuerpo de goce, para como analistas manejarlo en el encuentro con el otro(4).
No es alcanzar, hay que señalarlo, un punto común a partir del cual llevar hasta allí al paciente, sino muy al contrario, alcanzar el punto singular que es rebelde a cualquier comunidad con nada, que es pura diferencia.
Cuando Ferenczi recuerda, citando explícitamente a Freud, “que a la luz del análisis todo el periodo neurótico de una vida aparece como un duelo patológico que el paciente intentaría desplazar sobre la situación de transferencia”, no hace otra cosa que señalar que, en último término, y siguiendo ahora a Lacan, el cuerpo del analista está ahí en función de resto, resto real, ocupando la posición de semblante y ofreciendo un vacío -el vacío recortado por el circuito pulsional-, mediante el cual el analizante pueda alojar algo de su singularidad.
Es ahí donde creo que podemos situar ese “algo del análisis propio en la presencia del ‘analista en cuerpo’” al que se refiere la pregunta, y el motivo por el cual en un psicoanálisis la presencia de los cuerpos reales es imprescindible, a la vez que fundamental. De ninguna otra forma se puede hacer resonar en el cuerpo del analizante su lalengua de goce.
Notas:
1-. Ferenczi, Sandor. El problema del fin del análisis. Tomo IV. O.C. Espasa-Calpe, S.A. Madrid 1984
2-. Freud, Sigmund. Análisis terminable e interminable. Tomo IX. O.C. Biblioteca Nueva Madrid 1975.
3-. Miller, Jacques-Alain. Hablar con el cuerpo. En http://www.enapol.com/es/template.php?file=Argumento/Conclusion-de-PIPOL-V_Jacques-Alain-Miller.html
4-. Carol, Gil. Boletín #33 TEXTOaCUERPO – Presentación del VI PIPOL europeo. En https://www.facebook.com/permalink.php?story_fbid=564318296947866&id=182946488418384
Otras referencias:
-. Cors Ulloa, Raquel. El cuerpo del analista. Y sus comentarios a cargo de: María Eugenia Cardona, Laura Arciniegas S, Frank Armijos Vélez. En http://nel-medellin.org/el-cuerpo-del-analista/
-. Basz, Gabriela. El cuerpo del analista. En http://virtualia.eol.org.ar/030/Consecuencias-de-la-ultima-ensenanza/PDF/El-cuerpo-del-analista.pdf