XVII Conversación Clínica del ICF-E. "Presencia del analista en la cura"

Una pregunta a...

Joaquín Caretti Ríos

Psicoanalista. Miembro de la ELP y de la AMP.

Pregunta de Carolina Salinas

En el texto "Sobre la dinámica de la transferencia" (1912) Freud puntualiza sobre la técnica psicoanalítica con respecto a las particularidades de la transferencia sobre el médico, especificando su característica de resistencia al tratamiento. Justamente es este aspecto resistencial lo que captura el interés freudiano, como posibilidad de éxito en la cura introduciéndose en el ámbito de lo inconsciente.

Efectivamente, en dicho texto Freud se pregunta por qué la transferencia aparece como la más fuerte resistencia al tratamiento cuando esta es reconocida como la más poderosa palanca del éxito. En apariencia una gran desventaja metodológica del psicoanálisis. La genialidad de Freud radica en haber pensado la resistencia, justamente, como el lugar donde se esconde lo que hay que sacar a la luz.

Él señala que una condición previa de las neurosis es la introversión de la libido, la cual reanimará las imagos infantiles (el Edipo) mediante una regresión de la misma, fruto de una frustración en la realidad. Si el análisis -mediante sus armas- va a buscar al síntoma en sus escondrijos se encontrará con la resistencia que pretende conservar este estado, estado que es fruto también de la represión de las pulsiones sin necesidad de algún hecho de la realidad que lo fundamente. Y afirma: "la resistencia acompaña todos los pasos del tratamiento".

Advierte que es en el momento en el que algo de la libido inconsciente se toca que surge la transferencia sobre el psicoanalista de algún trozo apropiado del material sintomático. Esta transferencia se anuncia bajo la forma de una resistencia, por ejemplo, por el cese de las asociaciones del analizante o por medio de la desfiguración por transferencia, lo cual lo lleva a afirmar que "todos los conflictos tienen que librarse en definitiva en el terreno de la transferencia."

A esta paradoja inicial Freud responde separando dos modalidades de la transferencia: la positiva -en sus vertientes tierna y erótica- y la negativa, siendo esta última y la transferencia de mociones eróticas las que resultan apropiadas para la resistencia. Despejadas estas vertientes anudadas a la resistencia, es la vertiente "tierna" la que es la portadora del éxito del tratamiento.

Si bien la transferencia -por la vía de suponerle un saber al analista- es la condición para el despliegue de la asociación libre y la emergencia de los significantes que marcaron al sujeto, a su vez, la cara amorosa de la misma es la que va a poner piedras en el camino para impedir que nada de lo que está fijado se conmueva, manteniendo al sujeto separado de este saber. Es el amor al servicio de la resistencia. Gracias a la intervención del analista, este amor podrá transformarse en un amor que se dirija al saber y no a él mismo.

Al mismo tiempo va a señalar con claridad que hay otro aspecto a tener en cuenta y es que el inconsciente no quiere recordar sino que quiere reproducirse, quiere repetir, lo que lleva a Freud a anudar de algún modo la repetición a la resistencia transferencial.

Es en la conferencia 19 de 1917 titulada "Resistencia y represión" donde Freud se va a ocupar en extenso de analizar las resistencias. Allí describe diversas modalidades de la misma: la resistencia a asociar libremente, el intento de construir zonas de asilo, la duda, la producción de ocurrencias muy alejadas de lo buscado, la resistencia intelectual y la más difícil de vencer, la repetición de mociones afectivas de su vida que se manifestarán en la transferencia. Y afirma: "Las resistencias de esta clase no deben ser objeto de un juicio adverso universal. Contienen tanto del material más importante del pasado del enfermo, y lo espejan de manera tan convincente, que se convierten en los mejores soportes del análisis si una técnica correcta sabe darles el giro correcto." Y sostiene finalmente: "(...) el vencimiento de estas resistencias es la operación esencial del análisis." Se escucha la gran importancia que Freud le dio a este tema.

A su vez Lacan en su Seminario II va a decir que la resistencia existe pero que no hay que considerarla como interna al propio sujeto sino en relación al trabajo de interpretación. Por ello va a advertir a los analistas, dando un giro radical al tema, que la única resistencia es la del propio analista. ¿Cómo entender estas dos afirmaciones?

En primer lugar, Lacan siguiendo a Freud da un lugar estructural a la resistencia del analizante señalando que será una resistencia del propio discurso. Ahí se constata la fijación a un goce que "resiste" las incursiones que el análisis quiera hacer, dado que cuanto más se ciñe el decir del analizante con respecto al núcleo sintomático, más resistencia se encontrará. Esta es la sorpresa freudiana: que los pacientes, a los que sus síntomas hacen penar tanto, quieran seguir en su sufrimiento (cuestión que se verifica también en el campo médico). No es agradable acercarse al saber del inconsciente. Y al mismo tiempo el trabajo analítico implica una renuncia o una reingeniería de un goce que está fijado. El sujeto quiere, sin saberlo, seguir gozando de su síntoma. Se "resiste" a abandonar esta modalidad de satisfacción.

En segundo lugar, al poner la resistencia del lado del analista lo que hace es advertir sobre los riesgos de implicar su propia subjetividad y sus fantasmas en la cura o de comprender lo que el analizante dice, cuando de lo que se trata es de leer el decir de este en el dicho proferido. Es decir, tiene que estar bien situado  el deseo del psicoanalista.

Más tarde, Jacques-Alain Miller afirmará que hay un no-quiero-saber-nada-de-eso que es inconsciente, y que habita a todos los seres parlantes, al cual la interpretación se dirigirá para hacerle ceder un poco de goce. Nadie está a salvo de esta "resistencia", de este no querer saber que acompaña al sujeto toda su vida.

Por ello conviene al analista y a su posición en la cura estar bien alerta ante los efectos de ello en su práctica. El análisis y el control serían los caminos en contra de esta disposición subjetiva a dormir ante lo real.