XVII Conversación Clínica del ICF-E. "Presencia del analista en la cura"
Felicidad Hernández
Miembro de la ELP. Responsable de actividades en el Seminario del Campo Freudiano de Bilbao. Trabajo como psicoanalista en Bilbao
J. Lacan en el Seminario XI, nos enseña que "la transferencia es la puesta en acto de la realidad del inconsciente"; y en este sentido podría decirse que, la noción de la "presencia del analista" aparece incluida; íntimamente ligada a la noción de transferencia.
En diversos momentos Freud planteó la cuestión del trabajo analítico, de las sesiones, no en absentia, sino en efigie ("Sobre la dinámica de la Transferencia" (1912), para buscar la eficacia de la interpretación. Este "en presencia" freudiano guarda alguna homología con la "presencia del analista" lacaniana? ¿Cuál sería, entonces su lugar?
Efectivamente, “La transferencia es un fenómeno que incluye juntos al sujeto y al psicoanalista”.1 La cuestión es saber desde dónde el sujeto se dirige al psicoanalista, y en qué lugar se coloca éste y bajo qué semblante. Y el texto de presentación de la Conversación Clínica de Carmen Cuñat y Rosalba Zaidel es muy ilustrativo y clarificador en cuanto a la pregunta.
Si tanto para Freud como para Lacan “presencia del analista” apunta a poner el cuerpo, a encarnar ese lugar al que el sujeto se dirige, la diferencia se origina cuando el lugar que ocupa esa presencia no es el lugar que serviría para encontrar la verdad escondida en el inconsciente, los significantes reprimidos u olvidados, es decir, la significación final del sujeto, sino precisamente el lugar que muestra que no hay la palabra última que diría el ser del sujeto. “El lenguaje es la condición del inconsciente”2 pero “el significante no está hecho para las relaciones sexuales”3, y recordemos que Lacan en el Seminario XI nos dice que la realidad del inconsciente es sexual, por lo que la transferencia sería una pura repetición de algo siempre fallido (la relación sexual). Así, si el sujeto se dirige al Otro como supuesto saber, el analista responde prestando su presencia como semblante de objeto, lugar que hace aparecer el silencio de la pulsión, ahí donde el goce se pone en juego.