XVII Conversación Clínica del ICF-E. "Presencia del analista en la cura"

Una pregunta a...

Carolina Tarrida Farré

Miembro de la ELP y de la AMP. Barcelona.

Pregunta de Lorena Oberlin Rippstein

Miller, en "Extimidad" desarrolla de manera lógica las modalidades de la falta: incompletud e inconsistencia; para incidir en que la garantía en el análisis no es un problema de completud sino que "la garantía en el análisis asume la figura de probar que no hay, salvo lo que el analista garantiza con su presencia y él garantiza que lo que se hace vale". (Pág. 418). Allí postula la posición de "el analista Mujer" como la presencia que conviene en un análisis y que se encuentra en el horizonte de la enseñanza de Lacan. ¿Podría explicar que se entiende por esta formulación de "el analista Mujer"? ¿Qué supone la presencia del analista en la cura, en esta posición?

Por lo que hace al lugar del analista, Miller plantea en el capítulo al que se refiere en su pregunta, que podemos pensar en dos posibles posiciones. Por un lado el analista en posición de padre, en la que el Nombre del Padre sería condición de completud, y por otro lado, la posición del “analista Mujer”. Miller dirá que en este segundo caso, se trata de pensarlo del lado de la inexistencia, es decir, no existe El analista así como no existe La mujer.

Si hacemos un breve recorrido respecto a este postulado sobre la posición del “analista Mujer” en la enseñanza de Lacan, encontramos al menos un par de comentarios controvertidos entre sí.

En primer lugar, en “La Conferencia de Ginebra sobre el síntoma”, Lacan hace referencia a que las mujeres son mejores analistas. La primera observación que cabe hacer, es que desde el punto de vista del psicoanálisis, hay que diferenciar entre ser una mujer y la posición femenina, ya que partimos de posiciones sexuadas y no del sexo anatómico.

En esta afirmación, Lacan apunta a que hay una afinidad entre la posición del analista y lo femenino, en la perspectiva de que para que se produzca un análisis, hace falta que el analista consienta a ocupar la posición de objeto que el analizante le asigna en su fantasma.

Vamos por partes. En un análisis, al principio es necesario que se dé una suposición de saber sobre el analista. El analizante cree que aloja él mismo un saber pero cree que se trata de un saber incompleto, y se dirige al analista para completarlo. El analista no responde a eso, no tapona ese real, y así deja el vacío necesario para que surja algo del orden del saber inconsciente. Se pueden desplegar entonces las repeticiones, las marcas de goce, que permitirán vislumbrar qué objeto fue el sujeto para el otro, y eso conduce a la revelación de su posición fantasmática. Ahí según Miller, el analista cambia de consistencia. Pasa a encarnar una función lógica. Pierde su consistencia de ser, y pasa a hacer semblante de objeto, pasa a encarnar un lugar vacío, que funciona como causa y que permite que se dé el trabajo analítico. Al final del recorrido, cambia la relación con el saber, y el sujeto se encuentra con el vacío que alojará su invención más particular.

Entonces, para entender la posición de causa, es fundamental aclarar que no se trata de identificarse, de ser el objeto, sino de hacer semblante de objeto de deseo para el otro. Me parece especialmente bella la manera de plantearlo de Ana Lucía Lutterbach Holck: “Suspendido de su ser, el analista se torna semblante de a, como las gotículas suspendidas del arco iris, es coloreado por el espectro, por el fantasma del analizante”.

El analista debe consentir entonces a ese hacer semblante del objeto causa del deseo del Otro.
Por otro lado, tal como decíamos al principio, encontramos otro momento en el que Lacan hace referencia al analista mujer, en sentido contrario. Será en “La tercera”, donde apunta que precisamente consentir a este lugar de objeto no siempre es fácil para la mujer.

Más allá de estas referencias que apuntan en un sentido u en otro, creo que hablar de la posición del analista mujer como posición esperable en tanto analistas, viene a enfatizar la importancia de este consentir a ocupar el lugar de semblante del objeto, sabiendo que se trata precisamente de eso, de un semblante, es decir, sabiendo que no se es. Sabiendo de la inexistencia, consentir a ocupar ese lugar para sostener la lógica del trabajo analítico.

Bibliografía:

Lacan, J. “Conferencia de Ginebra sobre el síntoma”, en Intervenciones y Textos 2, Buenos Aires, Ed. Manantial, 1988.

Lacan, J. “La tercera”, en Intervenciones y Textos 2, Buenos Aires, Ed. Manantial, 1988.

Lutterbach Holck, A.L, “El analista, la mujer y el arco iris”, en Consecuencias, revista digital de psicoanálisis, arte y pensamiento, Edición nº3:
http://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/003/template.php?file=arts/alcances/lutterbach_holck.html

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