XVII Conversación Clínica del ICF-E. "Presencia del analista en la cura"
Celeste Stecco
Psicoanalista. Miembro de la ELP y de la AMP
En el curso "Sutilezas analíticas", J-A Miller, en el cap. 7, Jacques- Alain Miller enuncia "Tres modalidades de análisis" (los que comienzan, los que duran y los que terminan).
"Tres modalidades que -sostiene J.A.Miller– no se presentan en absoluto de la misma manera, que exigen en todo caso, del analista, que no tenga la misma posición ni el mismo modo de obrar". Por otro lado, J. Lacan, previamente, elabora los tres tiempos lógicos –instante de ver, tiempo de comprender, momento de concluir y que por otra parte, también nos plantean la cuestión de la presencia del analista.
¿La presencia del analista es continua; es la misma a lo largo de todo el recorrido; del trayecto de un análisis?
En la clase del 15 de abril de 1964 Lacan se propone hablar de la Transferencia. Introduce su clase leyendo lo que pone la caja de cerillas que le acaban de regalar: "el arte de escuchar casi equivale al del bien decir", y continúa diciendo: "Esto reparte nuestras tareas. Ojalá logremos estar a su altura"1.
A cargo del analizante queda el bien decir, invenciones producidas en un análisis, no sin el empuje singular que el analista ejerce con su presencia, posición y deseo. Nudo de tres del que dependerá que el analista esté o no a la altura del sujeto.
Entiendo la presencia del analista como ese cuerpo en el que se encarna su deseo, que lo so-porta. Se trata de una presencia habitada por un vacío, condición para que pueda ser alojada la palabra del parlêtre, desde la primera, a su entrada, hasta la última, en su final. La presencia del analista estará a la altura del trabajo analítico siempre y cuando esté habitada por un vacío de saber, solo así el analista podrá, vía su deseo y estilo, alojar la palabra del parlêtre, empujarlo al desciframiento de su ficción, y so-portarlo en el encuentro con eso que la ficción velaba… eso que al saber escapa y que puede empujar a la invención de uno propio.
J. A. Miller habla de tres modalidades de análisis, los que comienzan, los que duran y los que terminan, pero deja claro que no se trata de un progreso, al estilo educativo, en el que se traspasarían grados. En todo caso, se tratará de un recorrido que bordea el agujero de lo innombrable que afectó al cuerpo. Miller plantea que el analista tendría una posición y un modo de obrar diferente según la modalidad de análisis.
No es en forma escalonada y lineal como el sujeto avanza en su recorrido analítico. Este atraviesa distintos momentos, pero no considero que sea una temporalidad lo que marque los puntos de atravesamiento de los que no habría vuelta atrás, como tampoco lo que determine la posición que el analista "debería" tener en cada uno de ellos.
La posición del analista, encarnada en su presencia, deberá estar a la altura del sujeto. Para esto, el analista esta conminado a preservar el vacío que le posibilitará tener "un modo obrar" con cada sujeto, cada vez, alojando la palabra de éste con el goce que so-porta, y empujándolo a llegar hasta el final.
Preservar este vacío sería una constante necesaria para que un análisis pueda tener lugar, para que al modo de un viento a favor, la presencia del analista encarne ese restoque causa y empuja… las variaciones en su modo de obrar serán luego las de cada caso, cada vez… éstas siempre estarán por inventarse.