XVII Conversación Clínica del ICF-E. "Presencia del analista en la cura"
Elizabeth Escayola Freixa
Psicoanalista (AP) y miembro de la ELP, AMP. Psicóloga clínica.
Dice Eric Laurent en la "Batalla del Autismo": "Los sujetos autistas ponen en peligro toda identificación imaginaria. No permiten que prosiga un diálogo con alguien que solo se autorice en la identificación histérica. Para quienes quieren hacerse partenaire de estos sujetos es preciso hacer un duelo por la identificación histérica. Cada cual debe haber atravesado el punto de ese modo identificatorio para sostenerse al borde de lo real en juego" (Pág.48). En la complejidad de esta clínica, donde se puede verificar el estatuto real del Otro, ¿podría explicar que se entiende por esta indicación precisa de Laurent acerca de la presencia del analista en la cura de sujetos autistas? ¿Qué supone sostenerse al borde de lo real en juego?
Tomemos el primer punto que Laurent señala en este planteo: Cualquiera que se quiera proponer como partenaire de un sujeto autista tiene que hacer un duelo de la identificación histérica.
¿Qué significa esto? Y por qué es necesario ese duelo. Significa que no ha de quedarse fijado a una identificación imaginaria además de alejarse de una creencia en un simbólico común.
¿Por qué?
Hay que detenerse en lo especifico de la identificación histérica. Si repasamos lo que nos dicen los textos de Freud y los desarrollos de Lacan, algunos explicitados por Miller en "el ultimísimo Lacan" y subrayados por Laurent, vemos que la identificación histérica se encuentra ubicada en el registro imaginario, es decir de yo a yo, pasando por el ideal del yo. Al principio es considerada como una identificación del lado de lo imaginario, como un apoyo para localizar mejor el deseo , más tarde se la presentara como identificación de deseo a deseo y después como la identificación con Otro por medio del Deseo.
En cuanto a desprenderse del ideal del yo, hay que considerar lo que señala Eric Laurent a Phlippe Lasagna en una entrevista, donde dice que: desprenderse del ideal de yo es desprenderse de la eternidad, lo que quiere decir deshacerse de todo lo que en la historia es una especie de evidencia de que todo está ya escrito. Por tanto es desprenderse de la categoría de destino. Y eso implica abrirse a la contingencia. La escritura que permite el psicoanálisis es lo contrario de una escritura "divina", de una escritura que ya está ahí y que impondría una vía única.
De estas particularidades de la identificación histérica podemos deducir en primer lugar que si el analista, o cualquiera que quiera ocupar el lugar de partenaire del sujeto autista, se queda fijado a una identificación imaginaria no podrá establecer lazo con el sujeto autista.
¿Por qué?
Porque el sujeto autista no se mueve en el registro imaginario, no está en un espacio euclidiano, se mueve en un registro real. No ha accedido a construirse un cuerpo ni un yo. Su espacio no esta constituido por un borde simbólico, es decir por una línea separadora entre interior y exterior, entre delante y detrás, fuera, dentro. Por eso se encapsula para poner la distancia que, al carecer del borde simbólico que le proporcionaría el cuerpo, no tiene.
En segundo lugar veamos ahora al riesgo que corre el analista fijado en la identificación histérica si atendemos al ideal del yo. Y hay que subrayar que el goce fálico es un goce ligado al significante, a lo simbólico.
Si tenemos en cuenta que la cura en los sujetos autistas concierne a la cuestión de lo Uno y a la relación al significante como real, hay que acceder, como señala también Laurent, a la raíz donde vibra ese traumatismo que es la lengua. Se trata de una clínica que pone en evidencia el campo y las funciones del uno del goce.
El sujeto autista se protege de la lengua porque no tiene brújula, no tiene la orientación del falo para moverse entre una lengua que implica los equívocos de la misma. Po eso no se mueve con los semblantes del discurso común. Para él, lo que subyace bajo los equívocos de la lengua es ruido. Un ruido que no cesa de insistir y que le atormenta. Pero como el uno del goce no lo puede borrar, lo trata con la iteración. Con la repetición reduce las palabras a cifras (un significante idéntico a un solo significado). Y con esa iteración no solo se guarece de los equívocos de la lengua y del ruido que subyace, sino que produce un retorno de goce sobre su cuerpo. No es un significante que retorna en lo real, como en la psicosis, en el autismo se trata de un significante real que retorna sobre el cuerpo y en ese retorno marca las señales que le dan la posibilidad de ir desplegando un neoborde. Un neoborde que como señala Laurent, hace efecto de llamada a diferentes registros de la instancia de la letra. Es escritura, no transcribe el significante sino que se tiene que abordar en tanto en cuanto puede recoger todos los fenómenos que ponen de manifiesto la toma del cuerpo en la materialidad de la letra. Escritura, testimonio, objeto, número, más allá de su aparente diversidad de la repetición del uno de la letra. Es decir un neoborde desplegado a base de cifras, (letra cifra, objeto cifra, número cifra.)
Accede al mundo de las imágenes pero de una manera distinta a la nuestra y se hace con un pensamiento de imágenes. Y si elige, de entre los objetos, como hacen muchos sujetos autistas, uno en particular, hay que entender a éste como un objeto junto al cuerpo que tiene la función de conectar con lo vivo.
Así pues, como no hay un simbólico común, las intervenciones del analista no tienen que ser del lado del sentido, dado que no participan ellos dos de una lengua común. En la cura se trata de desplegar ese neoborde y así "ayudándole" a incorporar nuevos objetos y nuevos significantes, y estando atentos a sus invenciones se accede a su lengua privada. (Un autismo a dos)..
Pero , por otro lado, el duelo de la identificación histérica por parte del analista es necesario porque como tal identificación implica la creencia de que habría un destino para cada sujeto, es decir que las marcas de lo vivido, escuchado, determinarían su futuro y la creencia en la existencia de un simbólico, (de un saber establecido) que daría cuenta de todo. Entonces, ¿Cómo podría el analista o cualquier sujeto que quiera ocupar el lugar de partenaire del sujeto autista acompañarlo en su recorrido subjetivo si parte de la base de que hay un destino preconcebido y un saber establecido de antemano? ¿Cómo podría situarse al borde de lo real si partiera de esa base? ¿De que hay una escritura que ya esta ahí y que impondría una vía única de cura?
Sólo si el analista o partenaire se sitúa por fuera de toda identificación imaginaria y se aleja de la dimensión simbólica podrá darse la posibilidad de atender a las iteraciones e invenciones del sujeto autista para intervenir. Sólo así
el analista, fuera de todo método concebido, fuera de un ideal al que apuntar, podrá hacerse su partenaire, y eso permitirá, desplazar el neoborde y agrandarlo constituyéndose así un espacio que no es del uno ni del otro, un espacio que será de intercambio e invención. Espacio donde puedan confluir distintos elementos heterogéneos que van a agrandar el espacio topológico del sujeto. Y así se pasará de la clínica del uno a la clínica del circuito.
Para resumir, situarse al borde de lo real y responder desde ahí implica que el analista partenaire no ha de ocupar el lugar del Otro amenazante, no tiene que operar desde el lado del sentido, y ha de prestarse a la escucha de la relación que el sujeto autista mantiene con lo real y que también él responda desde ahí. Es decir que se abra a la contingencia y a la ignorancia, que invente a partir del menos fi.
Solo así se puede responder desde lo real en juego. Solo así, interviniendo a partir de lo que el psicoanálisis nos brinda y enfrentados cada uno a lo que no hay respuesta para todos, ni para el sujeto autista ni para cada uno que se coloque como su partenaire, se puede operar. Eso es sostenerse en el borde de lo real en juego.
En cuanto al trabajo en Institución, también hay que deshacerse de todas las formas de lo Uno ligados a un ideal institucional.