XVII Conversación Clínica del ICF-E. "Presencia del analista en la cura"

Una pregunta a...

Ceres Lotito

A.P. Miembro de la CdC ELP - AMP.

Pregunta de Carolina Salinas

En “Análisis terminable e interminable” de 1937, Freud escribe: “¿Dónde adquiere el pobre diablo aquella aptitud ideal que le hace falta en su profesión? La respuesta rezará: en el análisis propio” (capítulo VII)

El articulo circunscribe un Freud interesado en la cura y la técnica poniendo en cuestión “la peculiaridad del analista, peculiaridad que influye sobre la perspectiva de la cura y dificultan esta tal como lo hacen las resistencias”. Huelga recordar el interés de S. Ferenczi, en aquella misma época, sobre la importancia del aprendizaje del analista con relación a sus propios “errores y equivocaciones”. Exigencia que Freud minimiza a lo largo del artículo.

Entonces, ¿Cómo relacionaría el término reformulado de Lacan: “presencia del analista” con el análisis propio? ¿Hay algo del análisis propio en la presencia del “analista en cuerpo”?

En la interrogación que se me dirige, la primera referencia remite a la pregunta que el propio Freud se formula en torno a donde se adquiere la "aptitud ideal" para ejercer la profesión. Allí nombra al analista como "pobre diablo" en su camino hacia la formación de una de las tres profesiones imposibles.

Podemos vislumbrar una cierta ironía y también la lucidez de advertirnos que estamos ante una práctica que comporta que nuestra meta es el punto de confluencia entre dos paralelas.

Hablar de "análisis propio" como esa experiencia radicalmente singular, tiene carácter axiomático, condición necesaria imprescindible pero no suficiente. Para el analista que dirige la cura, la modalidad de como su acto entre en escena con su "presencia", tomará diferentes matices según sea el momento de su propio análisis.

En simultaneidad el caleidoscopio de los diferentes momentos de la teorización lacaniana jugarán su partida; el analista en el lugar del muerto, el analista como objeto causa, el analista como sujeto supuesto saber, el analista como resto, el deseo del analista, impuro, enigmático, el lugar que el analista tenga en la transferencia en cada momento de la cura, etc..

Referirnos "al analista en cuerpo", nos remite al Sem. 19 "… o peor", donde Lacan indica que es el analista quien instala el objeto a en el lugar del semblante y que ésta es la razón por la que hay discurso analítico (pág. 226). Este "en cuerpo" ya no lo leemos desde el registro imaginario, sino que es un cuerpo con consistencia sexuada, relacionado tanto con el goce fálico que lo parasita como con el otro goce no todo.

El analista tiene que ser capaz con su presencia de aportar un cuerpo y en simultaneidad sostener el vacio que posibilite alojar el goce del sujeto analizarte.

En esta presencia en cuerpo, su singular estilo estará orientado por la depuración que haya podido obtener de la lectura de las marcas de lalengua sobre su propio cuerpo en su experiencia analítica.

La posición del analista como fruto de su propio análisis, es saber dar un paso al costado ante el intento del analizante de que responda desde el lugar del Otro y orientarse en su deseo en posición de objeto causa al que instala en el lugar del semblante.

El amor de transferencia tendrá alguna chance de que se pueda instalar, si el sujeto que consulta encuentra resonancias con olor a verdad (Sem. 21" Los no incauto yerran) en esos encuentros preliminares entre esos dos cuerpos afectados asimétricamente. De acuerdo con las modalidades lógicas tal cual Lacan las define, se trata de algo de lo que no cesa de escribirse, no de la verdad en sí misma.

Así es de esperar que el analizante pueda alojar su goce e iniciar el trayecto que le vaya desvelando como fue enfermando por el peso de las palabras del Otro, de las marcas de lalengua en su cuerpo y la modalidad de goce que se dio para sobrevivir hasta que algo marcó el límite que lo llevo a consultar.