XVII Conversación Clínica del ICF-E. "Presencia del analista en la cura"

Una pregunta a...

Rosario León Ruiz

Psicoanalista. Psicóloga. Socia de la ELP Comunidad Valenciana. Socia de ASMI-WAIMH Alicante. Tesorera Asociación Poros Alicante.

Pregunta de Ruth Pinkasz

En el primer capítulo del curso de J.a.Miller, "Los usos del lapso", va situando poco a poco en "el triángulo de la transferencia", los diferentes ejes que intervienen en la sesión analítica; esto es: El saber inconsciente, el analizante y el analista. En relación al eje saber inconsciente y analista, situará la presencia del analista como una presencia en carne y hueso que "encarna algo del goce", la parte no simbolizada  del  goce. ¿Qué quiere decir con ello?, ¿De qué manera encarna algo de la parte susceptible de no ser simbolizada del saber inconsciente? ¿Qué se juega en esa presencia de carne y hueso?

En este curso J.A. Miller, impartido desde noviembre de 1999 y junio del año 2000 reflexiona: " y si bien el cambio de milenio es un acontecimiento, es puramente convencional… Dos mil es una cuenta redonda y es un punto de almohadillado que nos invita a mirar hacia atrás y también a anticipar". Descarta llamarlo "los usos del tiempo" y elige " Los usos del lapso", teniendo desde siglo XIX no sólo el derivado de lapsus, que significa deslizamiento, fluir, transcurrir sino también, caer. Y muestra que es necesariono perder el tiempo…y qué hacemos en las sesiones, lapsos de tiempo…?" Qué hacemos como analistas con aquello que se desliza, de lo que cae, de lo que pasa".

Dirá "en el análisis el analizante busca obtener del analista amo, de su silencio, que diga algo, que dé una orientación o una interpretación, que haga don de la palabra, poco importa el contenido. En cambio,  el analista hace trabajar al sujeto para que se separe de sus identificaciones, obligándolo a dejar el lugar de la verdad supuesta y ponerse a trabajar en tanto que sujeto dividido: No habrá otros saberes que aquel que produzcas con tu trabajo."

En el eje que concierne a la relación analista y saber inconsciente, dirá que hay una parte simbolizada, que corresponde a lo que Freud llamaba ideas de la pulsión, hay una parte simbolizada pero necesariamente hay otra que no lo está, y de la que se puede decir que el testimonio es la presencia del analista en carne y hueso. Compara la prueba del carácter libidinal de los síntomas en la conceptualización de la transferencia, afirmando que "la prueba del objeto a la constituye la necesaria presencia del analista, en carne y hueso en la medida en que hay una parte no simbolizada del goce".

Y prosigue: "Lacan ajustó el objetivo: el analista está a título de su encarnación y no del saber que tendría del saber inconsciente del paciente. Se trata de la pasión de la ignorancia que lo conecta con el sujeto supuesto saber".

"En Freud, la transferencia como fenómeno libidinal condiciona la interpretación, en Lacan la interpretación condiciona la transferencia. Es sólo a partir del carácter libidinal que Freud introduce la transferencia, cuando se revela que el síntoma, además de tener sentido constituye una vía de satisfacción, unamodalidad de goce. El analista atraerá  la libido que se retira de los síntomas: lo que Lacan traducirá cuando habla del objeto a como condensador de goce, manteniéndose así muy cerca del texto freudiano"

Y agrega que para Lacan lo que está en primer término es el nuevo sentido que toman los síntomas, el fenómeno semántico… Lacan define el inconsciente a partir de la transferencia y establece una relación esencial con el tiempo de su desciframiento. El inconsciente no es un ser, es un saber supuesto, es decir, en espera, afirmando que el inconsciente es relativo, es un asunto de ética, el inconsciente está básicamente siempre por venir".

Y J.A. Miller termina el capítulo afirmando que este inconsciente por venir  constituye lo más sorprendente y quizás lo más oculto del aporte que hizo la práctica de Lacan al psicoanálisis.

Entonces, estamos en la fórmula del discurso del analista, como objeto a , como agente del discurso. En la escritura de los discursos hay un desplazamientode la palabra a la escritura (seminario XVII), un discurso sin palabras. Este discurso relacionado con el deseo del analista, siendo éste sólo una función, lejos de sostenerla figura de ningún padre que detenta el saber y que goza de algo. El analista en tanto que a en el lugar del agente, opera desde su causa vaciada de goce, y se dirige a un sujeto para, desde el saber que trabaja como verdad en el inconsciente, producir los significantes amos que hicieron al sufrimiento del sujeto. Luego se radicalizará  esta relación estrecha entre significante y goce apareciendo el elemento imposible de cifrar, cambio de axioma que desembocará en las fórmulas de la sexuación, en el no hay relación sexual…y si continuáramos, Seminario XX Aún, que sea imposible de escribir, desde el punto de vista lógico hace que en su lugar se presente la cifra fálica… la topología ...la letra … Y más y más aún…

Presencia de analista, también hace pensar en el "estar", y no en el "ser".

Qué curioso esto de estar en un lugar vacío, Nada de ser, nada de sujeto por el lado de quien conduce la práctica. Pero sí, estar. Presencia allí donde domina un vacío que conduce, una ausencia absoluta.

Entonces, en el territorio de las fórmulas a las que recurre Lacan para prescindir del sentido,se puede ubicar ese goce y la letra:  lalengua  impone el sentido en el que se vive y se padece.

La letra presenta (en un más acá del lenguaje y del saber,en un espacio de lo no simbolizable), una escritura que solo en presencia de analista podrá leerse.

En la experiencia analítica la letra se lee. Hay cosas que la palabra no puede tomar a su cargo… La letrade goce se lee. Leer es bordear el agujero, cercar un anudamiento primero borrado tras la asunción del sujeto y de un goce que "toma color sexual".

Lacan mucho después, en El Momento de Concluir dice que el psicoanálisis es una práctica en la que se aprende a leer, porque no hay otra cosa que escritura entre lo que el analizante y el analista dicen (se dicen).

El analista, cuando lee (muy de vez en cuando, son fichas que van cayendo, a veces imperceptibles), gracias a cortes (o marcas que deja esa lectura), y en presencia (es decir, en ausencia subjetiva) produce en esa dimensión de otro tiempo, otro espacio, una escritura.

Esa escritura que no es de nadie, sostiene lo que la palabra no puede tomar a su cargo (ni la del analizante ni la del analista). Cualquier palabra.

Se escribe solo, podríamos pensar. Pero se escribe solo, si solo si, alguien en presencia (analista) sostiene un dispositivo con sus dimensiones,tan diferentes y específicas. Y ahí sí, lo que se dice funcionará como el único instrumento posible que acerca lo que no se dice, por imposibilidad de la palabra. Y podría producirse algo nuevo, distinto, escrito con letra

Pero eso no es posible sin transferencia, y sin amor.Un amor menos tonto, en palabras de Carmen González Taboas, un amor menos imaginario, menos fantasmático, un amor más real. Más acá de esa virtualidad, que requiere presencia.

Agrego, (agradeciendo la generosidad de los testimonios de los AE),  por lo que me convocó,  a modo de ejemplo, un escrito de Alba Alfaro,  sobre uno de los testimonios de pase de Silvia Salman: "el síntoma como cuerpo en psicoanálisis", y como sede de la operación del analista, que lo instala como un operador de lo real:

"En este sentido Salman refiere que la interpretación, las palabras "'Ud. me provoca eso', y un 'agarrarme' en acto por parte del analista… fue la clave para desarticular el circuito pulsional que fijaba y determinaba la repetición con la que se obtenía una satisfacción tanto sintomática como fantasmática". Así es producido el desplazamiento del significante "huidiza" al "no me deja ir", el cual modifica el síntoma e instala el amor transferencial. "Hacerse agarrar para huir" constituye para este sujeto la fórmula del partenaire-síntoma sobre la que opera el analista y que una vez modificada instala el dispositivo.

La reducción del goce, de lo imaginario a lo simbólico, hizo de borde para la reducción a lo real, permitiendo el desmontaje y la construcción de la gramática pulsional. La reducción de lo simbólico a lo real opera en la medida en que la interpretación del analista evoca en el cuerpo al goce, lo hace resonar. Esta interpretación tiene valor de acto el cual solo puede verificarse al final, cuando se constata que el goce fue "tocado"."La dejo ir", sentenciado por el analista, muestra un desplazamiento en la posición de este. "Se trata ahora – dice Salman- de encarnar en su decir el agujero alrededor del cual el circuito pulsional hace su recorrido. Así, corre el velo y se corre él mismo, permitiendo al analizante interpretar su goce. 'Si él me deja ir, y yo sigo acá, entonces no hay nadie que me tenga agarrada, el analista tampoco'. El significante ""Encarnada", surge como un "nuevo semblante" en el cual se concentra: "el cuerpo, lo vivo y lo femenino que se obtiene al final de la experiencia."