XVII Conversación Clínica del ICF-E. "Presencia del analista en la cura"

Una pregunta a...

Carmen Conca

Psicoanalista en Zaragoza. Miembro de la ELP y de la AMP.

Pregunta de Ruth Pinkasz

En el primer capítulo del curso de J.a.Miller, "Los usos del lapso", va situando poco a poco en "el triángulo de la transferencia", los diferentes ejes que intervienen en la sesión analítica; esto es: El saber inconsciente, el analizante y el analista. En relación al eje saber inconsciente y analista, situará la presencia del analista como una presencia en carne y hueso que "encarna algo del goce", la parte no simbolizada  del  goce. ¿Qué quiere decir con ello?, ¿De qué manera encarna algo de la parte susceptible de no ser simbolizada del saber inconsciente? ¿Qué se juega en esa presencia de carne y hueso?

En el primer capítulo de "Los usos del lapso", J.A. Miller va situando los elementos que ubica en el triángulo de la transferencia.
La regla analítica consiste en invitar al analizante a dar algo que no tiene, un saber que no conoce, y es por consiguiente, una invitación a amar. Es lo que hace del analizante un amante, un erastés. Ese saber que no conoce, el saber inconsciente, sería el tercer elemento del triángulo: -analista, analizante, saber inconsciente-, que va desplegando en sus tres ejes:

  • en primer lugar, el eje analista/analizante, donde sitúa la transferencia sentimental, las relaciones de amor y de odio;
  • el otro eje es la relación del analizante con el saber inconsciente; y el analista sólo está allí para favorecerla, para que el analizante se conecte con el inconsciente. Para ello es necesario ir a un lugar, donde alguien te espera; y sólo en ese lugar, en presencia de quien te espera, entras en contacto con lo inconsciente, copulas con lo inconsciente, pagas y sales, y después vuelves a empezar.
  • la tercera relación concierne al analista y el saber inconsciente. La tesis que plantea aquí es que el analista, con su presencia, encarna algo del goce, la parte no simbolizada del goce. Hay una parte simbolizada del goce, y otra que no lo está, y de la que el testimonio es la presencia del analista en carne y hueso.

Nos recuerda que Freud decía que no se había obtenido la prueba del carácter libidinal de los síntomas antes de haber reparado en la transferencia. Por esto afirma que la prueba del "objeto a" la constituye la necesaria presencia del analista, en carne y hueso, en la medida en que hay una parte no simbolizada del goce. Es por esto por lo que no es posible hacer un análisis por escrito, ni por teléfono… Es necesario que el analista ponga el cuerpo para representar la parte no simbolizable, para hacer presente la pulsión en la transferencia.

Es sólo a partir del carácter libidinal que Freud introduce la transferencia, cuando se revela que el síntoma, además de tener sentido, constituye también una vía de satisfacción, una modalidad de goce. Toda la elaboración de la transferencia se hace sobre la vertiente libidinal, en la medida que la transferencia es comparable al síntoma a título de satisfacción libidinal.

Para Freud la transferencia se funda en el hecho de que el analista atraiga la libido que se retira de los síntomas, algo que Lacan traduce cuando habla del objeto a como condensador del goce, manteniéndose así muy próximo a la elaboración freudiana. Y es por esta vía que la transferencia nos presentifica el modo según el cual se forma el síntoma.