XVII Conversación Clínica del ICF-E. "Presencia del analista en la cura"
Puesto que se trata de captar el deseo, y puesto que solo puede captárselo en la letra, puesto que son las redes de la letra las que determinan, sobredeterminan su lugar de pájaro celeste ¿cómo no exigir al pajarero que sea en primer lugar un letrado?
Escritos 2 Jacques Lacan: "La dirección de la cura y los principios de su poder" Punto 19
Respuesta de Mercedes de Francisco
AME. Psicóloga clínica. Psicoanalista, miembro de la ELP y AMP. Docente y Co-cordinadora del Nucep ICF, Madrid. Co-coordinadora del ICF-E.
¿Quién ha protestado como ese hombre de gabinete contra el acaparamiento del gozo por aquellos que acumulan sobre los hombros de los demás las cargas de la necesidad?
Jacques Lacan. Escritos II, La dirección de la cura y los principios de su poder, punto 19.
En el punto 19 del apartado V Hay que tomar el deseo a la letra, del texto Dirección de la Cura de 1958 1, Jacques Lacan nos habla de la importancia para los analistas de la lectura e incluso llega a plantear la "exigencia" de que el analista en primer lugar sea "un letrado"; Pierre Rey, escritor, en su libro "Una temporada con Lacan"2 da una excelente panorámica de las intervenciones de Jacques Lacan que siempre apuntan a evitar que el "decir quede olvidado en el dicho". Incluso en el seminario Encore,3 Lacan define la interpretación como lo que se "lee en el inconsciente"; la importancia de la puntuación, también, nos remite a la lectura. Es por ello que aunque la palabra es el medio privilegiado de la experiencia analítica, la relación con la letra nos diferencia de la psicología y de las prácticas terapéuticas.
Desde sus primeros textos en los años 50, Lacan anuda la palabra que profiere el analizante con la escucha del analista, con su intervención, con su interpretación, con la escansión y el corte de la sesión. Es por ello que la regla de la "asociación libre" no es posible separarla de la táctica de la interpretación, de la estrategia de la transferencia y de la política de la institución, que incluye la formación de los analistas y la concepción del fin del análisis.
La "asociación libre" es la menos libre de todas las asociaciones, pero ¿por qué la menos libre?, ¿Qué la esclaviza?, ¿Qué hace que el sujeto nos diga una y otra vez que tiene la impresión de repetirse?. ¿Cómo es que ofreciéndole la libertad para decir lo que pase por su mente, él repite sus dichos, sus palabras, incluso sus lapsus, y cómo los analistas tratamos esto que se pone en marcha por el mero hecho de hacer esta oferta? ¿Qué de nuestros fundamentos nos llevan a dar un estatuto distinto a los "dichos de los pacientes"? ¿Qué nos permite no degradarlos reduciéndolos únicamente al registro de una realidad considerada en su "aquí y ahora"?, ¿Por qué nos está vetado la dirección del paciente?. Demasiadas preguntas se ponen en juego.
Ahora quisiera referirme de forma aproximada, a ciertas afirmaciones de Lacan sobre la política, la estrategia, la táctica. Consideraré primero estos tres conceptos: la interpretación (táctica), la transferencia (estrategia), la institución, formación de los analistas, fin de análisis (política), con relación a la libertad. Nos dice: el analista es más libre en cuanto a la interpretación, un poco menos en cuanto a la transferencia y con respecto a la política menos libre aún que en su táctica y su estrategia. Me he detenido en esta cuestión, primero porque es difícil encontrar en la enseñanza de Jacques Lacan referencias a la libertad, y además porque la oferta de la "asociación libre" incluye esta referencia.
La importancia de la letra
En el Seminario de la Ética, Lacan realiza la revisión de los textos freudianos de "El Proyecto de una psicología para neurólogos, Capitulo VII de la Interpretación de los sueños y Carta 52 a Fliess", desarrollados en el Curso de Jacques-Alain Miller, "El partenaire síntoma"4. Es en estos textos donde Lacan empieza a encontrar las bases freudianas para considerar el olvido, la repetición con relación a la marca, la huella mnémica, la letra. Lo que pasa a la representación está determinado por esa marca que anuda el significante a la satisfacción.
Esta marca, este anudamiento, surgen ante la imposibilidad de escritura de la relación sexual hombre-mujer, es una cifra, una escritura, respuesta a la imposibilidad de la escritura.
Cuando en el Atolondradicho5, Lacan nos dice que "en el dicho queda olvidado el decir", apunta a esa letra, ese tope, esa marca, con la que se estampan todas nuestras aparentes alternativas simbólicas y que nos desvelan la fórmula de la imposibilidad. Esa cifra que ya no remite al desciframiento, no es lo imposible, es lo que escribimos justamente en el lugar de la imposible escritura.
Cada vez, en cada sesión, tratamos de encontrar ese tope que sancionamos con el corte de sesión, con una intervención que lo realce, con un gesto, etc. Nuestra eficacia no consiste en favorecer un sentido más, que nos adormezca en el sueño del ser, sino en poner a prueba cada vez lo "injustificable" de nuestra existencia, la no-correspondencia de los goces del hombre y la mujer, y a la vez mostrar que por eso es posible el encuentro amoroso, el síntoma, seguir en el lazo con el otro.
Se trata de un nuevo reconocimiento: de "las marcas del exilio de la relación sexual" en cada uno. El diagnóstico de Lacan de que la práctica de los postfreudianos se había degradado en el uso de un poder -lo que significa dirigir al paciente y no la cura-, siempre nos acecha a los psicoanalistas cuando falta el reconocimiento de estas marcas, cuando es el "ser del analista" el que encontramos como agente del análisis.
Terminaré con una pregunta de Lacan al fin de su texto Atolondradicho: ¿Dónde mejor he hecho sentir que con lo imposible de decir se mide lo real, en la práctica?.6