XVII Conversación Clínica del ICF-E. "Presencia del analista en la cura"
El lugar del psicoanalista en la enseñanza de Lacan se aborda a partir de "hacer el muerto" para luego ser situado en el lugar de objeto pequeño a: este descompleta el lugar de la buena fe y no se identifica con él".
Laurent E. "Ciudades Analíticas". Tres Haches. Capítulo: El lugar del psicoanalista (Pag. 60).
Respuesta de Rosa-Alba Zaidel
AME Licenciada en Psicología por la Universidad de Buenos Aires. Colaboradora de la Sección Clínica de Barcelona, ICF.
La expresión "hacer el muerto" viene del bridge, el juego de cartas en el que el compañero que forma pareja con el jugador "declarante" le avisa de los errores que pueda cometer respecto a las cartas que puede o no declarar, cartas que están en su mano o en el mazo. La preferencia de Lacan por esta figura para situar el lugar del analista se explica si se la contrapone a la del lugar del Otro de la buna fe, es decir, el Otro, sitio universal, garante de la verdad.
La concepción ternaria del análisis, en cambio, tomada según la dritte person de Freud en la estructura del chiste y que Lacan retoma para el dispositivo del pase alude al Otro como lugar lógico – y que en la IPA sirve de fundamento de la supervisión con la "terceridad" que permitiría pasar de lo privado a lo público. En el "hacer el muerto" está, precisamente, el cuarto término, en esa misma lógica, por el que el sujeto, cuya realidad viviente -el goce- está forcluida del sistema, entra por el juego de los significantes para nombrarse según su objeto a –condensador de ese goce-. Admitir una estructura cuaternaria permite colocar esa "terceridad" en el lugar del Otro que permite hacer surgir lo nuevo dentro de lo familiar y este es el pasaje de lo privado a lo público en el dispositivo del pase.
El analista que juega desde el lugar del muerto, y no del Otro, obedece a la "reducción de la ecuación personal", "destitución" del sujeto que se produce, "[al] nombre listo para reducirse al significante cualquiera". Son las diversas maneras de la operación analítica para situar al sujeto barrado, el que creía saber lo que era su deseo mientras que estaba capturado en su deseo por el fantasma.
E.Laurent aclara que tomar este sesgo permite evitar la inflación del tercero por una identificación con ese lugar como "vigía de la verdad", cuando más bien se trata de "ponerse a distancia de una vocación que haga consistir al Otro que no existe". (ibid. p. 61)