XVII Conversación Clínica del ICF-E. "Presencia del analista en la cura"
¿Es ésta la posición que debe tener el analista? Seguro que no. El analista –¿llegaré a decir que he podido experimentarlo en mí mismo?– no tiene esta pasión feroz que tanto nos sorprende cuando se trata de Yahvé. Yahvé se sitúa en el punto más paradójico, con respecto a una perspectiva distinta como sería, por ejemplo, la del budismo, que recomienda purificarse de las tres pasiones fundamentales, el amor, el odio y la ignorancia. Lo que más nos cautiva de esta manifestación religiosa única es que a Yahvé no le falta ninguna. Amor, odio e ignorancia, he aquí en todo caso pasiones que no están ausentes en absoluto de su discurso.
Lo que distingue a la posición del analista –no voy a escribirlo hoy en la pizarra con la ayuda de mi esquemita, donde la posición del analista está indicada por el objeto a, arriba y a la izquierda–, y éste es el único sentido que se le puede dar a la neutralidad analítica, es que no participa de esas pasiones. Esto le hace estar en todo momento en una zona incierta en la que vagamente está a la búsqueda, siguiendo el paso, para estar en el ajo, en lo que se refiere al saber que sin embargo ha repudiado.
Seminario XVII [En la lección IX, La feroz ignorancia de Yahvé]. (página 144-145)
Respuesta de Mónica Unterberger
AME de la ELP, Licenciada en Psicología Miembro de la AMP. Docente del NUCEP
Una primera indicación se me impone. Lacan se ocupo de diversos modos de precisar lo que del analista, interviene en su acto: al principio, lo designó deseo de analista, más tarde lo precisó como posición del analista cuando formalizó los cuatro discursos y también habló de presencia del analista. Pienso que la presencia del analista es un modo de aludir a la emergencia de lo que no acepta una interpretación del lado del saber, y remite a la última enseñanza de Lacan orientada hacia lo real.
El flash que me toca comentar, nos situa en ese momento previo, donde se esta elaborando lo que será la ultima y la ultimísima enseñanza de Lacan.
¡No deja de conmovernos la enorme cultura de Lacan y cómo nos lleva a la reflexión apoyándose en referencias imprescindibles a fin de fundamentar esos cuatro discursos y, en lo que hace al párrafo al que debo remitirme, a mostrar porque vías puede afirmar- cuestionándolo- que el "Complejo de Edipo es un sueño de Freud"!
Partir de la ignorancia feroz de la que da muestras Yahve, le sirve para orientar lo que debe y no debe ser el lugar que un analista ocupa en la práctica del psicoanálisis.
A Yahve no le falta ninguna de las pasiones –amor,odio,ignorancia- de las que el analista no participa y que lo distingue.
Lo que un analista precisa no ignorar, -nos dice- es más bien "el orden de los efectos del lenguaje". Ya que son estos efectos de lenguaje los que nos hacen caer, como sujetos del significante, en la verdad. Y la verdad, nos ha insistido una y otra vez, responde a la estructura de ficción, y su función- digamos- es poner algo en el trou-matisme. Es decir, su función primera es velar lo real, insoportable. Proton-pseudos, la llamó Freud. Hecha de articulación lenguajera, sirve a mantener una fijación de goce, que se ignora.
En ese preciso sentido, por ser sujeto, "no sabría lo que dice", en términos de Lacan.
Un analista debe estar advertido de esto: él también está afectado por éste "no saber lo que dice". Salvo que no lo ignora.
Saber leer, es lo que subraya Lacan en la tradición de la que procede Freud. Y nos da el nombre de alguien que realiza la posición radical de una ignorancia feroz con la que se refiere al padre, a un padre de lo real: Yahve. Lo que ignora es, cierto saber sexual y si Freud toma de Yahve la temática del padre para hacer de él un mito, Lacan hace de él, un fallo y pasa a interpretarlo, que es, justamente, lo más propio de la práctica del psicoanálisis.
De allí que interroga a ese padre real, a quien no hay otro modo de atrapar si no es como padre imaginario, es decir, como prohibición del goce ( o: aquel que prohíbe el goce). Lo esencial en ese padre real, es que desconoce su propia castración.
Desconocer su propia castración, es en primer lugar , desconocer que se es efecto del lenguaje, del discurso que en tanto tal, lo determina como objeto.
Lo que se puede decir, si seguimos la lógica de este seminario, que los efectos de lenguaje caen sobre el ser, sobre un ser que habla y " cuyo primer afecto de este efecto de ser," "aparece en lo que se hace causa del deseo", resto de la operacion de división en el campo del Otro, de la marca del uno, que lo singulariza.
Es en ese lugar donde Lacan va a colocar al analista: causa del deseo.
Es una posición que dista de lo que se designa como discurso del amo: ni estar por encima, ni a distancia.
Es insistir en el hecho de que cualquier determinación de sujeto, depende del discurso, lo que lleva a definir la posición del analista- inédita respecto a los otros discursos-, - a depender del discurso, que le conviene.
Pienso que es especificar que la posición del analista depende de su discurso y éste condiciona su práctica.
Si se parte del discurso analítico, el ser que habla esta apresado en un discurso que lo determina como objeto, decía más arriba. Lo que aclara Lacan es que ese objeto, no es nombrable. E intenta localizarlo como ese efecto real que llama "plus de goce" y que es el objeto a minuscula. Una parte de nuestro cuerpo, un pedazo de cuerpo, del nuestro que sobrevive a esa división. Solo sabemos de ese objeto, que es causa del deseo.
Dicho lo cual , se hace mas claro por qué la posición del analista, ligado a un discurso, el discurso analítico, se escribe a/S2, es decir su posición en el discurso es la hacer semblante del objeto causa del deseo, en el ser que habla y que hablando goza de aquello que ignora ferozmente, pero que lo determina como objeto.
Es lo que un analista, que resulta de su experiencia de análisis, no ignora por lo que en su acto, no participa de esa pasión y ,sin embargo, puede desde esa posición, leer esas pasiones.