XVII Conversación Clínica del ICF-E. "Presencia del analista en la cura"
Entonces el analista está allí por eso, en todo caso sobre este punto Lacan ajustó el objetivo, el analista está a título de su encarnación y no del saber que tendría del saber inconsciente del paciente.
J.-A. Miller Los Usos del lapso, Paidós, Buenos Aires, 2004, pag 23
Respuesta de Vicente Palomera
Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Doctorado en Psicoanálisis (Université de Paris VIII). Fue presidente de la ELP (2002-2004) y de la Federación Europea de Escuelas de Psicoanálisis (2007-2010). AE de la Escuela Una (1999-2002). Dirige la colección Escuela Lacaniana de Psicoanálisis de la Editorial Gredos, creada en 2006.
Es preciso recordar que este interesante párrafo elegido por Ruth intenta responder a preguntas tales como ¿por qué no hacer una análisis por escrito? ¿se puede hacer un análisis por teléfono? ¿por Skype? J.-A. Miller responde a esto declarando que "es necesario que el analista ponga el cuerpo para representar la parte no simbolizable del goce. La tecnología nos permite sin duda estar allí sin el cuerpo, es cierto. Pero estar allí sin el cuerpo, no estar allí, no es la verdad verdadera. Sin duda les van a decir: se puede dar la voz, la imagen, mañana se ofrecerá el olor, ¡y hasta quizá se aporte el clon! Pero aún así habrá, en el próximo milenio, una parte no simbolizada del goce y ella requiere la presencia del analista".
El problema del psicoanálisis es cómo obtener un efecto de inscripción de esa parte de goce no simbolizada, lo que implica ubicar la pulsión en la transferencia. El ser del sujeto está implicado, pero es un ser que se obtiene y que se pierde, y si lo nombramos como "falta-en-ser" es porque hay que empezar siempre de nuevo. Por tanto, ¿cómo inscribir esa parte de goce no simbolizada en el inconsciente en tanto saber?
Para ello tenemos a favor nuestro que la pulsión exige un Otro encarnado, un otro presente de carne y hueso. La pulsión maniobra para obtener un complemento del Otro. La pulsión no pide, no demanda, pero intenta obtener del otro una satisfacción, un beneficio al nivel del ser, un beneficio de un cierto gozar de ser visto, oído, rechazado, etc. La actuación de la pulsión es fundamentalmente silencio, la pulsión no suplica el consentimiento del otro, más bien sustrae, roba al otro algo… en silencio. Para ilustrarlo, veamos el testimonio de la práctica de Freud, a partir del testimonio de una paciente suya, Alix Strachey que relató el siguiente fragmento de su análisis varias veces: "Tras una semana crítica en su análisis, Alix tuvo un sueño significativo. Le contó su sueño a Freud, trabajando sobre él. Después, Freud dio una interpretación y al terminar se levantó para ir a buscar un cigarro diciendo que "insights como estos merecían ser celebrados". Alix protestó suavemente, señalando que no aún había acabado de contar todo el sueño, a lo que el Profesor replicó: "¡No sea voraz (codiciosa)! ya hay bastante insight para una semana!" ("Don't be greedy! It's enough insight for a week!").
El interés de este fragmento reside en el hecho de darnos un ejemplo del uso de la interpretación por parte de Freud. La manera de Freud de suspender el despliegue del sentido por medio del corte de la sesión logra hacer visible la pulsión. La interpretación muestra como una parte de la cadena de significantes (las asociaciones) comportaban un goce que no se dirigía al Otro, lo que aclaraba ese ser intimista y más bien melancólico del carácter y de la actividad de Alix Strachey que constituían una paradoja de su vida.
Como se ve, hay un lazo de Alix con el Otro del significante, pero hay un lazo también con la presencia de Otro encarnado en Freud, porque para hacerse oír, hacerse ver, etc. la presencia del código significante no basta, se necesita algo más, que esté encarnado. La interpretación apunta a la pulsión voraz que exige su libra de carne del Otro encarnado en Freud.
Por tanto, decir que el analista debe encarnar esa parte no simbolizada del goce implica decir que el analista pasa a ser el punto de anclaje de la angustia, en la medida en que hace presente la causa del deseo. Esa parte la que escribimos con la letra a:
El movimiento de la transferencia (----) implica que el analista angustia por su acto mismo, ya que el discurso analítico ordena decir. Si, por un lado, la transferencia consiste en desplegarese decir en la serie de significaciones que se manifiestan cuando el analizante construye su historia, intentando establecer una continuidad temporal y explicativa, por otro lado, la intervención del analista apunta hacia esa otra cosa que se manifiesta en las rupturas del significante. Esta dimensión de la transferencia hace que surja la señal de angustia como respuesta, empuja a entrar en ese registro de la relación con el objeto del deseo del Otro; deseo que el fantasma, como escenario imaginario, encubre. La finalidad del análisis no es la angustia sino más bien extraer de la angustia su certidumbre, extraer un real lógico.