XVII Conversación Clínica del ICF-E. "Presencia del analista en la cura"
¿Es ésta la posición que debe tener el analista? Seguro que no. El analista –¿llegaré a decir que he podido experimentarlo en mí mismo?– no tiene esta pasión feroz que tanto nos sorprende cuando se trata de Yahvé. Yahvé se sitúa en el punto más paradójico, con respecto a una perspectiva distinta como sería, por ejemplo, la del budismo, que recomienda purificarse de las tres pasiones fundamentales, el amor, el odio y la ignorancia. Lo que más nos cautiva de esta manifestación religiosa única es que a Yahvé no le falta ninguna. Amor, odio e ignorancia, he aquí en todo caso pasiones que no están ausentes en absoluto de su discurso.
Lo que distingue a la posición del analista –no voy a escribirlo hoy en la pizarra con la ayuda de mi esquemita, donde la posición del analista está indicada por el objeto a, arriba y a la izquierda–, y éste es el único sentido que se le puede dar a la neutralidad analítica, es que no participa de esas pasiones. Esto le hace estar en todo momento en una zona incierta en la que vagamente está a la búsqueda, siguiendo el paso, para estar en el ajo, en lo que se refiere al saber que sin embargo ha repudiado"
Seminario XVII [En la lección IX, La feroz ignorancia de Yahvé]. (página 144-145)
Respuesta de Gabriela Galarraga
Analista Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AME). Miembro fundador de la Red de Atención Psicoanalítica RAP.
En este párrafo de la clase del 15 de abril de 1970 del Seminario 17, titulada "La feroz ignorancia de Yahvé", Lacan da cuenta de la posición del analista en relación a las tres pasiones del ser-amor, odio e ignorancia- y a la llamada "neutralidad analítica".
El psicoanalista se confronta con las pasiones a lo largo de la experiencia analítica, pasión en tanto se refiere a una articulación del inconsciente con lo real del goce. Por lo que no se trata del dominio de sí mismo, ni de mantenerse a distancia de los excesos.
En la transferencia se despliegan todas las pasiones: el amor, el odio, la ignorancia. Las pasiones del ser son correlativas a la falta en ser, se expresan en su relación al Otro en la transferencia, amando u odiando a aquel que se le supone un saber.
El amor al saber es una manifestación del horror al saber que mantiene al sujeto en la ignorancia. La pasión de la ignorancia es lo que Freud designó como represión
Para ilustrar la neutralidad esperable por parte del analista Lacan hace referencia a la purificación de las pasiones propuesta por el budismo, que rechaza por igual al amor, el odio y la ignorancia. No así Yahvé, quien queda ubicado en la posición paradójica, dirá Lacan, de una ignorancia feroz.
La neutralidad analítica concierne a la posición del analista en tanto no partícipe de esas pasiones. Cuando el analista queda atrapado por la pasión de la ignorancia se hace portavoz del discurso del amo. En el Seminario 17 Lacan plantea el discurso analítico como el reverso del discurso del amo.
Lo que deja al psicoanalista "vagamente a la búsqueda en lo que se refiere al saber que sin embargo ha repudiado" (1) y abatiéndose de adjudicar un sentido al discurso del paciente. A diferencia de la religión a la que ubica, en la conferencia de Lacan de 1974 "El triunfo de la religión", a partir de la producción de sentido
En dicha Conferencia Lacan afirma que el psicoanálisis es su pasión, en tanto "El deseo decidido tiene este matiz de la pasión" (2).
Lacan se interroga sobre el lugar desde el que opera el psicoanalista, es decir, sobre la posición del analista, en tanto el analista en posición de objeto a, objeto causa del deseo.