XVII Conversación Clínica del ICF-E. "Presencia del analista en la cura"

Flashes

Flash de Trinidad Cámara Palop

18-"Algo más nos tiene maniatados en cuanto a la verdad. Es que el goce es un límite… y el goce solo se interpreta, se evoca, se acosa o elabora a partir de un Semblante".

Lacan, J. Seminario 20 "Aún", pag. 112.

Respuesta de Enric Berenguer

Psicólogo clínico, psicoanalista. AME de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis. Presidente de la ELP.

Esta frase de Lacan en el Seminario XX se entiende en función de la escritura, que parece en la página anterior (p. 111), del "discurso analítico". Podemos considerarlo –tendiendo un puente con lo que ahora estamos trabajando en el Seminario del Campo Freudiano de Barcelona–  el modo en que en ese momento se plantea, se sigue planteando, la cuestión de la interpretación y la transferencia. Es decir que de algún modo retoma la articulación entre interpretación y transferencia que había situó como fundamental en su escrito "La Dirección de la cura".

Si en 1958 Lacan se planteaba que el analista debe "pagar de su persona" (payer de sa personne), expresión que era un modo de pensar entonces la necesidad de la presencia, de la implicación del analista, para que la interpretación no sea una especie de "flogisto" que está en todas partes y al mismo tiempo en ninguna, muchos años más tarde Lacan se vuelve a plantear de qué modo salir de la dimensión ilimitada de la verdad y sus juegos infinitos.

¿Cómo convocar un real que le haga de límite? Aquí, en esta cita que se me propone comentar, se refiere al goce  como ese límite. Pero ¿cómo hacer con él? ¿Qué lugar tiene en el dispositivo? Podemos decir, en efecto, que no se puede interpretar. Pero Lacan deja abierta la posibilidad de que pueda ser "interperlado", evocado, incluso acosado –podemos añadir a través de la transferencia– en la medida en que, gracias a la presencia del analista, algo de él se presentifica.

Esto nos remite a la cuestión de la posición del analista en el dispositivo, pensado aquí a partir del discurso analítico. En el Seminario XVII, que es donde Lacan se había planteado por primera vez la fórmula de este discurso que ahora vuelve a mencionar, define la posición del analista en estos términos: "Digo que [la posición del analista] está hecha substancialmente del objeto a". Y añade, para situar mejor esta posición: "... en tanto que este objeto a designa precisamente lo que, de los efectos del discurso, se presenta como lo más opaco..." (Seminario XVII, capítulo III, apartado 2).

Tres años más tarde, en Encore, Lacan vuelve a interrogar esta posición del analista, de su presencia, en términos, por así decir, menos "substanciales". Ahora lo hace en relación a la función del semblante. Pero esto no hace que le incumba menos evocar, en el dispositivo,  lo real de un goce para que pueda ser interpelado. Incluso acosado, si entendemos esto último en función de lo que Jacques-Alain Miller planteó un día (en su curso del 2-12-98) al destacar una frase de Lacan del Seminario XXIV ("molestar la defensa"). Molestar la defensa designa algo que Miller, en aquella ocasión, distinguió fuertemente de lo que sería, en el análisis, interpretar la represión.

En efecto, algo nos tiene maniatados en cuanto a la verdad.

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