Flashes

Esta hipótesis de J.-A. Miller procura responder a la pregunta por la incidencia del homosexual sobre la evolución reciente de la dirección de la cura. Para ello, en primer lugar, sitúa la figura del analista, surgido a principios del siglo XX a partir del discurso de la histeria, encuadrado en la ideología del progreso y del cientificismo.

En segundo lugar, contrasta dicha figura del analista con la del gay, el cual aparece hacia finales del siglo pasado, en el contexto de otra ideología bien distinta: dentro, a partir o a través del estructuralismo, renegando de la antigua ideología del progreso.

Entonces, describe al analista clásico como rebelde a la homosexualidad porque estaba persuadido de que el homosexual era rebelde al análisis y el perverso freudiano llegaba al analista sólo de manera marginal. Este analista clásico es una figura bien distinta del analista actual quien, así como antes fue dócil a la histérica, es ahora dócil al surgimiento del homosexual, haciendo que éste sea efecto del discurso analítico.

Por otro lado, Miller sostiene que la civilización contemporánea está en sintonía, va en la misma dirección que el gay porque se trata de una época del individualismo democrático de masas, donde los rasgos que aparecen son los de una sociedad de solteros. Es aquí donde se inscribe la fórmula lacaniana de que “no hay relación sexual” pero que a la vez afirma que “hay lazo social". A nivel clínico se traduce por la reducción o disolución de la modalidad de lazo social tal como era conocido, pues ahora ya no se trata “del” lazo social, fijado y programado, sino de que ese lazo toma formas diversas, es plural.

Finalmente, entonces, la ausencia de sentido de la relación sexual, de sentido moral, de sentido común o establecido, que Lacan supo traducir, permite considerar la homosexualidad como una invención, una construcción, casi una fiesta, y es desde aquí que Miller entiende la afirmación del movimiento gay.