Flashes

XV Conversación Clínica del ICF-E. "Homosexuales en análisis"

15/01/2015

Flash de Alejandra Atencio

(…) pese a las apariencias, el psicoanálisis demuestra que justamente ni siquiera esta identificación con un tipo es tan fácil. En el conjunto, es con gran torpeza como se logra enunciar algo de esto. Se dice- posición masculina o posición femenina. Rápidamente, uno pasa a hablar de posición homosexual.

J. Lacan, De un otro al otro, Seminario XVI. Paidós, Argentina, 2008, p. 204

Respuesta de Guy Briole

Psiquiatra. Psicoanalista. AME. AE. Miembro de la ECF, de la ELP y de la AMP.

Alejandra Atencio ha escogido una frase sorprendente de Lacan que se encuentra en el Seminario XVI, De un Otro al otro: "Se dice -posición masculina o posición femenina. Rápidamente uno pasa a hablar de posición homosexual"1 Lacan acaba de indicar en las líneas que preceden a éstas que, desde el punto de vista del psicoanálisis, la identificación con un tipo llamado macho o hembra, no es tan fácil como se podría pensar. El hecho que uno se afirme hombre o mujer, no le asegura del sexo al cual pretende pertenecer. Como mucho se puede hablar de su elección de goce. Pero, decir esta elección no dice lo que uno es, salvo que se alinea bajo las denominaciones que las sociedades han forjado y que, a menudo, la psiquiatría, la psicología, la sociología y también el psicoanálisis han participado en la descripción de rasgos o de maneras de comportarse, las cuales acaban por imponerse como identificaciones. Así es para los homosexuales. Identificados como tales, vienen en contrapunto a los hétero, pero esto no es todo, se proponen diferencias entre homo hombres y homo mujeres. Entonces se continúa hablando de "posiciones" y desarrollando una descripción de las mismas por los psicoanalistas que no pueden, ellos tampoco, renunciar a clasificar.

De los impasses de la teoría a los del goce

Lacan indica que Freud mismo, no lograba encontrar una pertinencia en las diferenciaciones y que, a la oposición macho y hembra, le sustituía la “de activo o pasivo."2 Esta oposición-de repliegue para Freud-es exitosa para caracterizar a las parejas homosexuales y hete aquí la disimetría de la pareja restablecida: ¡un activo y un pasivo para no tener que decir un hombre y una mujer! Se hablará más bien de exacerbación de la posición viril para uno, para el otro de la caricatura de la posición femenina. ¡No hay salida! Lacan no entra en este debate y recusa lo que sería la machidad o la hembridad.3 No estigmatiza una clínica de la identificación, todo lo contrario libera la homosexualidad de su enlace con la perversión para considerar las modalidades de gozar de cada uno, incluso cuando son con un partenaire de mismo sexo, y sus impasses. Es también esto lo que lleva esos sujetos, como cualquier, a hacer una demanda de análisis. Las cuestiones respecto a los cambios de elección de objeto de goce, a la culpabilidad, quedan, digámoslo, más bien como saldo en ciertos psicoanalistas que como interrogación para los homosexuales en análisis.

Todos homoanalizantes

Los psicoanalistas no son sin prejuicios y, tampoco, sin resistencias; especialmente los hombres en lo que concierne su relación a lo masculino. Es precisamente eso lo que se les escapa habiendo a menudo descuidado o evitado trabajar este punto en su análisis, ocupados como estaban en resolver sus relaciones a las mujeres vía su madre; una fijación que vela la relación al otro de mismo sexo. El "homosexual" es siempre el otro pero, por fin, del Otro al otro, el mensaje insiste en volver bajo la forma invertida. El más de virilidad que uno pone a prueba midiéndose con los otros hombres es cargado a cuenta de la polarización de su elección de objeto, femenino. Un analizante, cuya elección de objeto era claramente homosexual, evocando la desnudez de sus padres a la que se confrontaba cuando niño, subrayaba que "todo lo que era erótico, estaba sobre el cuerpo de su padre." Este no es un caso aislado y no les sucede solo a los homosexuales. No es tan raro que los hombres hablen, en su análisis, de esta escena "inolvidable" en la cual, una noche, empujados por su neurosis infantil, entraron en la habitación de los padres y se confrontaron a la visión del pene de su padre. Un sexo ¡desmedido! La medida compartida la encuentran con un hermano, con los amigos, la desmesura con su padre. ¡Con el analista también! Eso ha podido incluso guiar su elección: ¡hace falta que tenga! Luego, se revela que esto puede hacer más difícil hablar de lo que está en juego cuando se trata de abordar su intimidad con lo masculino y los fantasmas anudados, tanto más cuanto el analista no es muy propenso a escucharlo o encuentra allí uno de sus límites. Al respecto podemos retomar esta indicación de Lacan: "Resistencia hay una sola: la resistencia del analista. El analista resiste cuando no comprende lo que tiene delante. No comprende lo que tiene delante cuando cree que interpretar es mostrar al sujeto que lo que desea es tal objeto sexual. Se equivoca."4

Es así que al centrarse en la práctica del psicoanálisis se encuentra también una dificultad del lado del analistamismo. No sólo la de un límite posible al haber retrocedido a pasar por este trabajo homoanalizante en su propio análisis, sino también la de ser ¡acorde a su tiempo! Eso tiene que ver con el punto hasta el cual el análisis ha sido llevado, cómo se hizo el pasaje al analista y como uno se sostiene en este lugar en su época. Reconsiderar estos puntos podría hacer que los sujetos "homosexuales" sean escuchados de otra manera.

1 Lacan J., El Seminario, Libro XVI, De un Otro al otro, Buenos Aires, Paidós, 2008, pág. 204
2 Idem.
3 Idem.
4 Lacan J., El Seminario, Libro II, El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, Buenos Aires, Paidós, 1983, pág. 341.

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