XV Conversación Clínica del ICF-E. "Homosexuales en análisis"
Julio González
Psicoanalista. Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Responsable de docencia del Seminario del Campo Freudiano de Bilbao.
Pregunta de Andrea Freiria
Sigmund Freud era determinista en lo que concierne a las vicisitudes de la elección de objeto. El primer objeto de amor para todo sujeto es la madre. Pero solo el varón ama a un progenitor a la vez que odia al otro en tanto rival. El hecho de que el niño se encuentre con la ausencia de genitales masculinos en la madre, desencadena el complejo de Edipo, el superyó y la enculturación. Freud, articula estas consideraciones a la homosexualidad masculina de la siguiente manera: “En el varón, sin duda, resta como secuela del complejo de castración cierto grado de menosprecio por la mujer cuya castración se ha conocido. A partir de ese menosprecio se desarrolla, en el caso extremo, una inhibición de la elección de objeto y, si colaboran factores orgánicos, una homosexualidad exclusiva”1. ¿Cómo se pasa de la observación de la castración materna al menosprecio por la mujer? ¿Podríamos considerar otras salidas posibles, en la elección de objeto, a este menosprecio?
1 Freud, S. (1931/1992). Sobre la sexualidad femenina. En: Obras Completas de Sigmund Freud, Volumen XXI. Buenos Aires: Amorrortu. p. 231.
En La organización genital infantil (1923) Freud establece el primado del falo: “para ambos sexos, sólo desempeña un papel un genital, el masculino. Por tanto, no hay un primado genital, sino un primado del falo”. De este modo para Freud la distribución entre los sexos se divide en la oposición entre genital masculino o castrado. Dicha primacía cobra su efecto a partir del descubrimiento por parte del niño de la castración en la madre, y trae como consecuencia el hecho de reducir la feminidad a la maternidad, la mujer queda oculta tras la maternidad.
Frente a la castración materna lo que aparece es el horror, tal y como Freud lo formula en La cabeza de Medusa (1922); también el menosprecio, en La organización genital infantil. Podemos plantearnos si dicho menosprecio no supone ya un tratamiento del horror
En sus Contribuciones a la vida amorosa (1910-12) Freud señala otras respuestas del varón frente a la castración en la elección de objeto. La sobreestimación del objeto de amor, la pretensión de salvar a la mujer amada, convertirla en madre dándole un hijo.
Son salidas dentro de la lógica freudiana de castrado-no castrado con la que intenta situar la polaridad de los sexos, y que tiene importantes repercusiones en la concepción del final de la cura. Lacan permite ir más allá de esto, sobre todo a partir del seminario Aún con su propuesta del no-todo y la posición femenina.
Pregunta de Héctor GarcÃa
La clínica psicoanalítica, incluso en el siglo XXI, encuentra un eje fundamental en la operatividad de la función fálica. El paso esencial del psicoanálisis consiste no solo en poner de relevancia la diferencia entre los sexos (a partir de la presencia o no de cierto paquetito en la comparación imaginaria), sino en mostrar que, justamente ahí, el significante y lo real encuentran un punto de litoral. O, dicho en términos freudianos: la libido es masculina.
En el seminario XIX, Lacan apunta lo siguiente respecto de la transexualidad y el falo: “El transexual no lo quiere en calidad de significante, y no así en calidad de órgano. En eso padece un error, que es justamente el error común. Su pasión, la del transexual, es la locura de querer liberarse de ese error, el error común que no ve que el significante es el goce y que el falo no es más que su significado. El transexual ya no quiere ser significado falo por el discurso sexual, que, lo enuncio, es imposible. Su único yerro es querer forzar mediante la cirugía el discurso sexual que, en cuanto imposible, es el pasaje de lo real.” 1
Aquí, Lacan hace coincidir significante y órgano. Y, aún: significante y goce. ¿Cómo entender, en este contexto, que el falo es significado?
1 Lacan, Jacques. (2012). El Seminario de Jacques Lacan, Libro XIX, O peor… Buenos Aires: Paidós. p. 17.
La enseñanza de Lacan permite distinguir el falo del órgano masculino. Se trata de un significante, y no de un órgano anatómico. A partir de este significante se produce la asunción de la posición sexuada por parte del hablante así como una regulación del goce; el organismo junto con sus diferencias anatómicas se convierte gracias a este significante en cuerpo sexuado.
Tres pasos son necesarios para esta sexuación, descritos por Lacan en el seminario XIX
1º.- en un primer momento, la diferencia anatómica natural que se impone como nativa. Pero se trata de una diferencia que el Otro constata en tanto está en él de antemano. Por ello, no son los individuos los que por sí mismos se distinguen a partir de esta diferencia, sino que son por ella distinguidos: “Se los distingue, no son ellos quienes se distinguen” (Seminario XIX, p.16)
2º.- en segundo lugar, a partir del valor que el Otro otorga a esa pequeña diferencia, el individuo es tratado como hombre o mujer, es reconocido como tal. Para Lacan se trata de un juicio de reconocimiento que, si bien parte de la pequeña diferencia, se establece a partir de “criterios formados bajo la dependencia del lenguaje” (p.16), en función de un discurso sexual que organiza las categorías de hombre y mujer fundadas en el complejo de castración y por tanto en el falo.
En este segundo paso se produce lo que Lacan denomina como error común, el error de interpretar el órgano, la pequeña diferencia, en relación al significante fálico, significante de un universal que regula el goce sexual y establece la diferencia entre hombre y mujer.
3º.- finalmente, la elección del sexo según dos posiciones respecto del goce, del lado del para todos, o del no-todo, lo que supone la inscripción del sujeto en la función fálica
En lo que se refiere al transexual, al denunciar el error de la naturaleza muestra su rechazo a ubicarse bajo la función fálica. Para él, el falo no interpreta la anatomía, por lo que rechaza el órgano. Pero, como señala Lacan en el seminario XIX, un órgano solo es instrumento en tanto que fundado en el significante, en tanto que “es un significante” (p. 17). Se trata de una verdadera locura, pues no es el órgano lo que se rechaza sino el significante del goce sexual; pero también el falo como su significado, es decir, el transexual rechaza el significado de la diferencia que encuentra en el Otro, rechaza ser significado por el Otro, “el transexual ya no quiere ser significado falo por el discurso sexual” (p.17).
Pregunta de Alejandra Atencio
En su curso “El partenaire-síntoma”, del año 1997-98, ( pag 315 ) Miller enuncia lo siguiente: “Lo que se encuentra en la homosexualidad masculina no hace más que llevar hasta el límite esta forma de objeto fetiche. Un rasgo muy distintivo en las prácticas de la homosexualidad masculina es que el acuerdo para el goce puede hacerse mediante un intercambio de signos que prescinde completamente del blablablá del amor. Se hace a través de un reconocimiento, en cierta manera mudo, que da a la red ese aire de cofradía, de confraternidad conspiradora, que fue ampliamente desarrollado, y que está clínicamente fundamentado precisamente en este reconocimiento de señales entre los partenaires. Se puede hacer el amor sin hablar, y esta vertiente está en la línea del objeto fetiche”.
Los modos de gozar de los seres hablantes determinan su repartición en posiciones sexuadas. El partenaire-síntoma es una manera de situar al partenaire en términos de goce. En el contexto de dicho curso, ¿Cómo se podría pensar en la homosexualidad masculina la vida amorosa, cómo pensar los matices en los entrecruzamientos entre el amor, el deseo y el goce?
El partenaire-síntoma permite establecer una relación con el goce a partir de la inexistencia de la relación sexual. Es un medio de goce que articula autoerotismo con el Otro, pues el goce del Uno se produce por medio del cuerpo del Otro. Este partenaire-síntoma, tal y como Jacques-Alain Miller señala en su curso, se constituye a partir de las vías dadas por la posición de goce del sujeto, posición masculina o posición femenina. Es decir, o la elección del objeto fetiche, del a; o del objeto erotómano, el A tachado.
La homosexualidad masculina ilustraría la elección macho, la elección del lado del a. Y posiblemente la extreme. Desde esta vía, se trata de una elección en la que el deseo esta articulado al goce, y no tanto al amor. Como señala Miller se trata de un modo de goce que puede prescindir de la palabra, que no habla, un objeto que es coherente con una exigencia de goce.
A este respecto Eric Laurent en el coloquio franco-italiano Des Gays en analyse?, celebrado en Niza en 2003, señala que en la homosexualidad masculina no se trata tanto de amar lo homo, como de exigir el falo, exigir su presencia en tanto que nombra el goce.
En esta vía del deseo homosexual se podría ubicar también el carácter contable del goce masculino en lugar de la exaltación y sobrestimación del objeto de amor, la serie en lugar del requisito de fidelidad.
Ahora bien, la práctica homosexual no está exenta de amor y fidelidad. Esta próxima conversación del ICF nos permitirá abordar los modos en los que en el uno por uno se anudan amor, deseo y goce.