3 Preguntas a...

XV Conversación Clínica del ICF-E. "Homosexuales en análisis"

Antonio Morenete Vega

Seminario del ICF en Murcia. Psicólogo Clínico. Centro de Salud Mental Area VI. Servicio Murciano de Salud. H.G.U. "Morales Meseguer" (Murcia).

Pregunta de Eduard Fernández

Freud no aísla el estudio de la homosexualidad del estudio de las estructuras clínicas. Esta última es compatible con todas ellas. Sin embargo, si bien el recorrido de este estudio pasa por distintas fases (defensa contra la castración de la mujer, actitud pasiva frente al padre, elección narcisista del objeto, !), podríamos afirmar que hay una constante en la obra de Freud ya desde los tres ensayos (1905) y que sería la de considerar la homosexualidad como perversión (y no como rasgo de perversión y como síntoma de defensa frente al deseo) cuando hay exclusividad de objeto y fijación libidinal en relación al goce. Pero leyendo el estudio freudiano en relación a la renegación y la forclusión, surge la pregunta de si ya en Freud lo esencial para no equiparar la homosexualidad con la perversión no es tanto la elección de objeto y su exclusividad (homosexual) como la posición adoptada respecto a la castración.

Las referencias de Freud a la homosexualidad aparecen a lo largo de toda su obra, introduciendo modificaciones y precisiones según va organizando conceptualmente la experiencia clínica. La ubica en referencia al Edipo, en concreto como respuesta posible ante la castración, pero amenaza referida al órgano peneano. Así en "Teorías sexuales infantiles" (1908) leemos que "cuando este representación de la mujer provista de un miembro viril llega a quedar «fijada» en el niño, resistiendo a todas las influencias de la vida ulterior y creando la incapacidad de renunciar al pene en el objeto sexual, el sujeto -cuya vida sexual puede permanecer normal en todo otro aspecto- se hace necesariamente homosexual, y busca sus objetos sexuales que por algunos caracteres somáticos o anímicos recuerden a la mujer"

Es en 1923 ("La organización genital infantil") que dice que no se trata del órgano viril, sino del falo. Establece la primacía del falo. En esta etapa, para ambos sexos solo cuenta el genital masculino, organizándose la diferencia sexual en función de su presencia o ausencia. Hay la atribución del pene a todos los seres y el descubrimiento de que no todos lo tienen, siendo el descubrimiento de que la madre tampoco tiene pene lo que hace operativo la amenaza de castración. El falo es el símbolo de la ausencia del órgano. La importancia de la amenaza radica en que recae sobre el falo.

En 1925 ("Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica") explica que "cuando el varón descubre por primera vez la región genital de la niña, comienza por mostrarse indeciso y poco interesado; no ve nada o repudia su percepción, la atenúa o busca excusas para hacerla concordar con lo que esperaba ver." Cobra importancia el concepto de "repudio", que es una negación de la realidad, y del que añade unos párrafos más adelante refiriéndose a la niña, que se trata de "un proceso que no parece ser raro ni muy peligroso en la infancia, pero que en el adulto significaría el comienzo de una psicosis."

A partir de aquí estudia la negación de la realidad comparativamente, cosa que realiza en "Neurosis y psicosis" (1923) y "La pérdida de la realidad en la neurosis y en la psicosis" (1924) , diciendo que tanto en la neurosis como en la psicosis no sólo hay una pérdida de realidad sino también una sustitución de la realidad. Examina en el '25 lo característico de la negación, hallándolo en el juicio, diferenciando en éste el juicio de atribución y el de existencia (de realidad). Esto es esencial para la lectura de "Fetichismo" (1927) donde adquiere especial importancia la Verleugnung (desmentida, renegación, denegación), que es una modalidad particular de negación, y lleva consigo la instauración del fetiche. Este "es el sustituto del falo de la mujer (de la madre) en cuya existencia el niño pequeño creyó otrora y al cual...no quiere renunciar" (1927) . El fetiche ocupa el lugar del pene atribuido a la madre (falo).

En el momento de la visión del genital femenino, el niño se da cuenta de la ausencia de pene, pero niega tal percepción; la percepción no desaparece, sino que permanece, es mantenida en lo inconsciente y desmentida. Se la conserva, pero se le da una nueva significación. Hay coexistencia de ambas creencias y en el conflicto entre ellas se constituye el fetiche.

El comentario que realiza Hervé Castanet ("La perversión", Edit. Grama, 2014) sobre este artículo es muy interesante. Comenta que si la negación de la castración femenina fuera total, lo inconsciente inscribiría la afirmación de que la mujer tiene falo, y la elección de un fetiche sería inútil; se estaría en la psicosis y esa creencia podría retornar en lo real de una alucinación.

Por otro lado, la Verleugnung no sería privativa de la perversión. "Probablemente ningún ser humano de sexo masculino pueda eludir el terrorífico impacto de la amenaza de castración al contemplar los genitales femeninos." (Freud "Fetichismo). La diferencia entre la perversión y la neurosis estaría en el efecto: en la perversión se mantiene la renegación, y el fetiche es su prueba; mientras que en la neurosis es trabajada por el síntoma y el fantasma.

El fetiche se entiende referido a la lógica edípica y a la castración. "Subsiste como un emblema del triunfo sobre la amenaza de castración y como salvaguardia contra ésta; además, le evita al fetichista convertirse en homosexual, pues confiere a la mujer precisamente aquel atributo que la torna aceptable como objeto sexual" (Freud "Fetichismo")

Lo distintivo de la perversión es, pues, el fetiche, de modo que para incluir la homosexualidad masculina en la estructura perversa ha de encontrarse la fetichización del pene como condición que ha de portar el partenaire. Puede darse homosexualidad masculina incluida en la estructura perversa, pero no toda elección de objeto homosexual es perverso.

Pregunta de Héctor García

La clínica psicoanalítica, incluso en el siglo XXI, encuentra un eje fundamental en la operatividad de la función fálica. El paso esencial del psicoanálisis consiste no solo en poner de relevancia la diferencia entre los sexos (a partir de la presencia o no de cierto paquetito en la comparación imaginaria), sino en mostrar que, justamente ahí, el significante y lo real encuentran un punto de litoral. O, dicho en términos freudianos: la libido es masculina. En el seminario XIX, Lacan apunta lo siguiente respecto de la transexualidad y el falo: “El transexual no lo quiere en calidad de significante, y no así en calidad de órgano. En eso padece un error, que es justamente el error común. Su pasión, la del transexual, es la locura de querer liberarse de ese error, el error común que no ve que el significante es el goce y que el falo no es más que su significado. El transexual ya no quiere ser significado falo por el discurso sexual, que, lo enuncio, es imposible. Su único yerro es querer forzar mediante la cirugía el discurso sexual que, en cuanto imposible, es el pasaje de lo real.” 1
Aquí, Lacan hace coincidir significante y órgano. Y, aún: significante y goce. ¿Cómo entender, en este contexto, que el falo es significado?

1 Lacan, Jacques. (2012). El Seminario de Jacques Lacan, Libro XIX, O peor… Buenos Aires: Paidós. p. 17

Respecto a esta cuestión del transexualismo, podemos ayudarnos de varios textos. Así, el escrito de Genevieve Morel "Ambigüedades sexuales" (Edit. Manantial), el artículo de J.A. Miller "Una nueva modalidad del síntoma", y el de Margarita Alvarez "La pasión transexual, ¿convicción o certeza?", aparecido en el número 71 de la revista "Freudiana".

Los elementos necesarios son lo que Miller llama "una conversión de perspectiva" que se opera en la obra de Lacan a partir de 1971 en la relación entre el significante y el goce; y por otro lado, el hecho de que Lacan consideró al transexualismo del lado de la psicosis.

"Al no haber la regulación del Nombre-del-Padre, el significante, el Otro del lenguaje deviene el lugar mismo donde se aloja el goce del Otro. El goce persecutorio del estaría localizado en el significante mismo, siendo el falo su significado imaginario.

El transexual rechaza ese significado del Otro en lo real del cuerpo, el juicio de reconocimiento del Otro no puede pasar por la lengua fálica. Al rechazar ser significado como falo por el discurso sexual trata de forzar el discurso sexual mediante la cirugía" ("La pasión transexual...").

Pregunta de Alejandra Atencio

En su curso titulado ‘El partenaire-Síntoma" J.-A. Miller dice lo siguiente: “Las estructuras de la sexuación tal como las dispuso Lacan, fueron hechas especialmente para permitir articular el goce propio de cada sexo” 1. Frase que parece clave para situar la relación ante el “no hay”, de las distintas posiciones.

Para eso distingue dos objetos, aquél que cada uno va a buscar en su partenaire; el objeto fetiche, del lado masculino y el objeto erotómano del lado de la posición femenina, donde el amor y el goce serían indisociables2.

De la homosexualidad masculina dirá que predomina el goce silencioso, aquel al que se puede acceder mediante un intercambio de signos que prescinde del blablablá del amor.

¿Qué formas tomaría el amor del lado de la homosexualidad femenina?

1 Miller, J.-A. (2008). El partenaire-síntoma. Buenos Aires: Paidós. p. 315.
2 Ibid., p. 316.

La primera referencia sobre la homosexualidad femenina, como Freud la relata, es la relativa a la joven homosexual (“Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina”, 1920). Una joven de dieciocho años que provoca el enfado del padre, sobre todo, por la actitud que muestra respecto de una mujer diez años mayor que ella, cuya fama no es muy buena. Nada de esto influye sobre ella; el interés y la dedicación a su amada centra todos sus intereses, no siéndole ya nada interesante. Le envía flores, la espera a la puerta de su casa, sigue sus pasos, etc., y ello pese a no ser alentada por esta señora, sino todo lo contrario, desalentada, negándose a cualquier contacto físico. La muchacha insistía de continuo “en la pureza de su amor y en su repugnancia física a todo acto sexual”. Se conduce con ella de modo masculino, mostrando humildad y supervaloración sexual además de renunciar a la satisfacción narcisista y prefiriendo amar a ser amada.

El modo como Freud describe el amor de la joven llevará a Lacan a asignarlo como similar al amor cortés del caballero por la Dama dentro de la tradición medieval (Seminario 4). Siguiendo esta vía, con posterioridad lo relacionará con el movimiento de las Preciosas del siglo XVII.

En el Seminario 4 Lacan habla del caso de la joven homosexual comparándolo con el caso Dora, ubicando a la primera entre las perversiones y a la segunda en la histeria; ámbos casos desde las coordenadas edípicas pero con posiciones sexuadas diferentes.

Tampoco en ambos casos la relación con la mujer es la misma.

Freud nos cuenta en el artículo que la joven homosexual cambia de objeto debido a la decepción con el padre tras el nacimiento del tercer hijo, manteniendo una actitud provocativa hacia él y que “permaneció homosexual por vengarse de su padre”.

“La joven provoca a su padre mostrándolo cómo es un verdadero amor, lo que él implica en cuanto a renuncia, sistematicidad, absoluto” (H. Castanet: “La perversión”).

Interesada por la feminidad ubica a la Dama en posición fálica y se dirige al padre para mostrarle cómo es el amor.

También Dora está interesada en la feminidad. Se interesa por la Sra.K en tanto ésta interesa al padre de Dora, dirigiéndole la pregunta de qué es ser una mujer. La Sra. K sería la mujer deseada y detentadora de la respuesta; en la joven homosexual no hay pregunta sino respuesta.

A Dora le interesa el enigma de la feminidad cuya respuesta cree poder encontrar en la Sra. K, y no ser objeto de deseo de un hombre.

Serge André en “La impostura perversa” presenta dos casos de homosexualidad femenina, uno ligado a la histeria y el otro a la perversión.

En el primero “quiere ser reconocida y amada en su feminidad, misteriosa para ella misma, es decir más allá de lo que puede representar como objeto deseable o como cuerpo ofrecido a la mirada del fantasma masculino (…) no quiere ser deseada, sino adorada; no quiere ser objeto sino diosa”. “Quiere ser amada. Más aún, quiere serlo de forma absoluta, incondicional […] el amor es su condición para consentir al deseo que, sin esta cobertura, le produce horror. Lo que quiere es ocupar el lugar donde el objeto del deseo sería trascendido, donde el deseo se haría sublime perdiendo su particularidad fetichista”

En el segundo caso, si se interesa por una mujer es por “el goce que puede experimentar y hacer experimentar, con la eliminación pura y simple del hombre en el acceso al goce. … Quiere sostener que ella está, en suma, mejor situada que un hombre para experimentar el goce masculino con una mujer”.

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