3 Preguntas a...

XV Conversación Clínica del ICF-E. "Homosexuales en análisis"

Rosa Durá Celma

Departamento de Filología Española. Facultad de Filología, Traducción y Comunicación.

Pregunta de Eduard Fernández

Freud no aísla el estudio de la homosexualidad del estudio de las estructuras clínicas. Ésta última es compatible con todas ellas. Sin embargo, si bien el recorrido de este estudio pasa por distintas fases (defensa contra la castración de la mujer, actitud pasiva frente al padre, elección narcisista del objeto), podríamos afirmar que hay una constante en la obra de Freud ya desde los tres ensayos (1905) y que sería la de considerar la homosexualidad como perversión (y no como rasgo de perversión y como síntoma de defensa frente al deseo) cuando hay exclusividad de objeto y fijación libidinal en relación al goce. Pero leyendo el estudio freudiano en relación a la renegación y la forclusión, surge la pregunta de si ya en Freud lo esencial para no equiparar la homosexualidad con la perversión no es tanto la elección de objeto y su exclusividad (homosexual) como la posición adoptada respecto a la castración.

En muchos pasajes de sus estudios Freud se preocupó de no equiparar absolutamente la homosexualidad, o como él gustaba de decir, la inversión, con la perversión. En Tres ensayos... (1905)1 Freud concluye que hay una soldadura entre pulsión sexual y objeto sexual, sin embargo, como él mismo indica, el lazo entre ambos es menos sólido de lo que en un principio podía pensar; la pulsión es al comienzo independiente de su objeto y este no es el responsable de su génesis (pág. 134). Al principio la pulsión carece de objeto y no está centrada (pág. 213). Quince años más tarde, en Fetichismo (1920), Freud abre una vía complementaria en relación a la etiología de la homosexualidad, y es, efectivamente, la posición del sujeto frente a la castración materna. En ese texto afirma que el fetiche, signo del triunfo sobre la castración y protección contra ella, ahorra al fetichista (perverso) el devenir homosexual, pues la existencia del fetiche hace que la mujer resulte soportable como objeto sexual (pág. 149). De lo que resulta que la posición homosexual masculina deviene como consecuencia del horror a la castración materna y, como consiguiente, a la propia castración. El por qué unos sujetos crean el fetiche y otros optan por la homosexualidad es algo que Freud reconoce no poder explicar, aunque significativamente pone el caso de los dos hermanos que subjetivan de muy diversa manera un mismo hecho/impresión, la muerte del padre (aceptación total frente a una dicotomía aceptación-denegación). Poco después Freud realiza un buen resumen de los mecanismos que llevan a la elección homosexual en Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad (1921): vínculo con la madre, narcisismo, angustia de castración, fijación de la libido y un acusado sentimiento de hostilidad y agresividad por los hermanos mayores, derivado del complejo materno, que por acción de la represión, terminaba convirtiendo a esos rivales en los primeros objetos de amor homosexual (pág.225).

Dicho todo esto, pienso que lo extraído del texto dedicado al fetichismo confirma y responde la afirmación/pregunta efectuada por Eduard Fernández. Ahora bien, a mi modo de ver, el hecho de que la elección subjetiva frente a la castración pueda ser determinante para el tema que nos ocupa, no obsta para que el resto de mecanismos que Freud aduce como posibles agentes de la opción homosexual (masculina) no deban tenerse en cuenta, sobre todo si reparamos en que también la posición frente a la castración es lo que tendrá como resultado una determinada estructura y que, como Eduard Fernández dice al comienzo de su texto, la homosexualidad es transclínica, lo que nos conduce, como siempre en nuestro campo, al uno por uno en la escucha.

1 En todos los casos cito a partir de las Obras completas de Freud editadas en Amorrortu.

Pregunta de Soledad Bertrán

En el capítulo XI de su Seminario V, "Los tres tiempos del Edipo (I I )", Lacan escribe: "De los homosexuales, se habla. A los homosexuales, se los cuida. A los homosexuales, no se los cura. Y lo más formidable es que no se los cura a pesar de que sean perfectamente curables" (El Seminario, Libro V - Las formaciones del inconsciente (1957-1958), Paidós, Buenos Aires, 1999, p. 213). ¿A qué responde esta concepción, y qué cambio fundamental opera Lacan en la clínica para permitirnos pensar el análisis de los homosexuales fuera de la lógica de la curación de su homosexualidad?

Comenzaré mi aportación, que no respuesta, en torno a esta pregunta de Soledad Bertrán con una cita extraída de Las Palabras, de Jean Paul Sartre. En esa obra el filósofo francés afirma: «Este edificio en ruinas, mi impostura, es también mi carácter; una neurosis la superas de ti mismo no te curas». Traigo a colación esta proposición para poner el foco precisamente en la última parte, «de ti mismo no te curas», pasando por alto el hecho de que Sartre opine que de la neurosis sí, en fin. Este sintagma encierra a mi juicio la lógica de la curación no solo para los homosexuales, sino para todos. Porque ¿de qué cura un análisis? ¿Del deseo?, ¿de la pulsión?, ¿de la elección de objeto?

En Variantes de la cura tipo (un texto impartido en 1953 y publicado en 1955), Lacan introduce el elemento ético para distinguir el psicoanálisis de la psicoterapia y articula el concepto de cura al del psicoanalista en los siguientes términos: «un psicoanálisis, tipo o no, es la cura que se espera de un psicoanalista» (Escritos I, págs. 312 y 317 respectivamente). Para lo que nos ocupa pondría el acento en las expectativas que, entiendo, atañen aquí al analizante. Cuántas veces en la clínica nos hacemos ecos de esas palabras que expresan un deseo de sanación o interrogan sobre cuándo esta se producirá. Para mí resultan enigmáticas las palabras del Lacan del Seminario V en torno a la homosexualidad cuando afirma que los homosexuales son «perfectamente curables.» Una lectura atenta del resto del capítulo no aclara la cuestión, pues si de lo que allí se trata es de ahondar en la homosexualidad masculina más allá de afirmar que se trata de una inversión respecto al objeto que se estructura en el tercer tiempo del Edipo, Lacan no duda en reconocer que el análisis fracasa en conmover su posición (pág. 213) para, párrafos más tarde, considerar la posición homosexual como una solución del niño (pág. 215). Quizá las palabras que principian el apartado tres de este capítulo correspondan a una marca de estilo de Lacan, atravesado por ex abruptos, humor, ironía o incluso sarcasmo. Con todo, creo que considerar la homosexualidad como una solución del niño nos coloca en la vía de una aclaración respecto a la noción de curación en psicoanálisis. El Seminario V está enclavado en el predominio de lo simbólico en la teoría lacaniana, pero sabemos que Lacan fue mucho más allá (y Miller tomó el relevo de ese ultimísimo Lacan). Para concluir. El síntoma tiene una naturaleza jánica, esto es, una faceta simbólica, pero también una faceta pulsional, y la pulsión no deja de satisfacerse, por eso no podemos hablar de cura en psicoanálisis. La cura psicoanalítica apunta a un plus de saber sobre las propias condiciones de goce; la cura psicoanalítica apunta a la tachadura de A (A) apunta a la caída de ciertas identificaciones y a la desintegración de los ideales. Pese a todo, el síntoma persiste, y eso nuevo en lo que se transforma tras el recorrido analítico se formaliza, por medio de una variación ortográfica, en lo que conocemos como sinthome.

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