3 Preguntas a...

XV Conversación Clínica del ICF-E. "Homosexuales en análisis"

Irene Domínguez

Psicoanalista en Barcelona, miembro de la ELP y la AMP.

Pregunta de Laura Canedo

Freud, en 1921, añade a los factores ya descubiertos en la etiología psíquica de la homosexualidad (vínculo con la madre, narcisismo y angustia de castración), un nuevo mecanismo de la elección de objeto, que se genera en una intensa rivalidad refrenada (celos) hacia los hermanos, y en la consecuente agresividad reprimida. Lo constata, nos dice, en casos que no excluyen la heterosexualidad ni conllevan el horror feminae, y lo vincula a su vez con la sensibilidad social. ¿Cómo pensar el vínculo entre agresividad y homosexualidad?

Daré una pequeña vuelta. La relación sexual no existe, ya sea ésta homosexual, heterosexual, bisexual, asexual… El vínculo entre agresividad y elección sexual me resulta muy sugerente. Las diferentes opciones de elección de objeto que plantea Freud en Introducción al Narcisismo, las estructura alrededor del narcisismo. No solamente la opción de elección basada sobre la propia persona, también la de apuntalamiento, pivota alrededor del narcisismo. Por tanto, toda elección sexual tiene un componente narcisista importante y eso sabemos que conlleva una carga alta de agresividad, la carga mortífera del narcisismo. Lacan, en varios momentos de su enseñanza, comenta el mandamiento “amarás a tu prójimo como a ti mismo” que Freud cuestionó frontalmente en el Malestar en la Cultura. En el prójimo radica la potencia de la más intensa agresividad que puede existir, en tanto yo soy el otro. El prójimo, dice Lacan, “es la inminencia intolerable del goce”1 y un hermano puede ser la figura del prójimo por excelencia. La agresividad es siempre informe, cercana a Das Ding, pero a su vez es el campo a partir del cual el sujeto tendrá la oportunidad de darle una cierta forma, es decir, sintomatizarla, creando a partir de ella, una cierta modalidad de goce. La modalidad de goce es ya el resultado de un tratamiento de esa agresividad primaria.

También podemos pensar el vínculo entre agresividad y homosexualidad en el campo social. En sociedades en donde todavía la homosexualidad es vista como una lacra, la agresividad es explícita en contra de estos sujetos. A partir de mi experiencia clínica tengo la idea de que, precisamente, a veces, ser homosexual en esos contextos, enfrenta al sujeto de una forma mucho más directa a hacerse cargo de su diferencia. Paradójicamente, esa desigualdad de consideración social, insta al sujeto al acto de “salir del armario”, por ejemplo, y de cierto modo eso lo confronta más directamente con el deseo, con la invención de su sexuación. Por el contrario, aquellos sujetos heterosexuales que confunden el estándar con lo “natural”, al estar ausente la angustia –ni siquiera en forma de agresividad social-, a veces los deja acomodados en esa supuesta “naturalidad” de su elección, sin plantearse nunca nada al respecto de dicha elección. Eso me hace pensar en que quizás haya una relación entre esa situación y el hecho de que exista en la historia, al menos hasta el s. XX, tantos artistas homosexuales. Son sujetos a quienes lo social les otorga una pequeña “ventaja” para sintonizan mejor con la diferencia absoluta, pues es posible que su condición los hayan tenido más angustiados y más despiertos. Esto, por supuesto, son generalizaciones, siempre se trata del caso por caso, pero planteo elucubraciones pensando en la casuística.

1 Lacan, J. Seminario XVI De un Otro al otro, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2006, pág. 205

Pregunta de Mary Cruz Fernández

La homosexualidad no aparece en la obra de Lacan como una categoría clínica específica. Con la metáfora paterna indica que la posición de ser el falo de la madre ocasiona cierto número de problemas pero no forzosamente una elección de objeto homosexual. Esta elección se inscribe de forma diferente cuando significa la ausencia de significación fálica o falta del significante paterno o cuando indica una “significación de goce”, el fetiche1.Imaginarse ser el Otro para asegurar su goce2 puede tomar la senda de la homosexualidad, pero esta también puede ser tomada para asegurarse del Otro.

La pregunta es: ¿de qué modo el Otro falta y de qué modo la homosexualidad viene a responder a este interrogante o no?.

(1) Fundación Campo Freudiano, “Rasgos de perversión en las estructuras clínicas”, Ed. Manantial, pag. 125
(2) J. Lacan “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo”, pag, 805.

La sexualidad para el psicoanálisis, en tanto no responde a ninguna ley natural ni ninguna cuestión genética, es el campo del síntoma por excelencia. Massota lo explica muy bien, dice: “el ser humano nada quiere saber de que no hay saber sobre lo sexual”. En tanto la sexualidad es un no saber que implica el cuerpo y sus acontecimientos, será a partir de éstos que el sujeto va a tener que construir algo que responda, y entonces sintomatizará. Si el sujeto continúa anclado en no querer saber nada de la ausencia de ese saber sobre lo sexual, toda su vida estará consagrada a evitar la castración. Creerse el falo materno es una opción ardua, pero por momentos pareciera dar mucha consistencia al yo. Entonces, en cuanto no se quiere saber nada de la castración, el Otro adquiere la misma potencia que el sujeto anhela para sí. Por eso siempre está muy encima, muy cerca, muy amenazante, y gran parte de la energía psíquica del sujeto está al servicio de la pelea con el Otro. Eso impide al sujeto gozar a través del Otro, solo puede hacerlo autoeróticamente. Cuando se empieza a consentir a la castración, el Otro se vuelve más poroso, se difumina más, y paradójicamente se hace más vivible, pudiendo incluso, llegado el caso, gozar a través de él. Si la elección sexual es homosexual o no, creo que no aporta ningún matiz relevante de cómo se realiza esa operación, porque en cada uno eso responde a la invención de su sexuación.

Pregunta de Eduard Fernández

Miller señala que “lo queer subraya que, en el fondo, el goce es rebelde a la universalización, a la Ley, y reprocha a lo gay el quedarse en los límites del significante-amo masivo, en los límites del Edipo”. (Des gays en analyse?”La Cause Freudienne, no55, octubre 2003). En cuanto al psicoanálisis de orientación lacaniana, se parte de que si la relación sexual no existe, entonces lo que hay son relaciones sociales distintas, no reductibles a una solución identificatoria colectivizante por mucho que el Otro social sea más tolerante y esté dispuesta a otorgarla. Se trata de una invención particular, donde se acompaña al sujeto a decidir en función de su propio deseo y a conocer la causa singular que lo divide. En consecuencia, podríamos afirmar la coincidencia entre ambas posturas en este punto?

Sí y no. Enlazo lo que he dicho anteriormente con el apasionante asunto de lo queer. El fenómeno queer está fechado históricamente, es de finales del siglo XX. Creo que podemos pensar que surge en las sociedades occidentales después del desplazamiento de la demonización de la homosexualidad. Cuando empieza haber una transformación social del estatuto de la homosexualidad, cuando empieza haber un reconocimiento social, y a salir de lo patológico y lo marginal, de algún modo es como si lo “inaceptable” se desplazara. Lacan nos enseñó magistralmente de las relaciones entre la ley y el deseo. Pues bien, pienso que dicho movimiento, fenómeno, surge como consecuencia de un desplazamiento. En cuanto el Amo ha normalizado la homosexualidad, cuando el orden simbólico deja de ser lo que era, entonces surge el fenómeno queer. Es un movimiento que denuncia al Amo y reivindica su lugar al margen. Hacen del insulto un emblema.

Lo queer reivindica la invención de una singularidad sexual. Denuncia lo establecido en lo concerniente a las categorías del género y plantea que el problema está a nivel del lenguaje: es un asunto de identidad. Agujerea el orden simbólico. Lo sexual es materia de control político.

Es decir, no quieren que nadie los encasille por sus modalidades de goce o elección sexual. La reivindicación está puesta sobre su nominación como sujetos. Lo paradójico es que, escapar del nombre nunca se puede del todo, puesto que queer es otro nombre y ya determina otra identificación. Sin embargo, podemos pensar que es una identificación de otra naturaleza, pues es el nombre de los que no quieren ser nombrados en relación a su sexualidad. Ellos son los quejosos del Nombre del Padre, y, paradójicamente, los que mejor lo hacen existir. Eso, por supuesto, no resuelve todo de la sexuación, porque el imposible, la inexistencia de la relación sexual, la van a encontrar de todos modos.

Pienso que lo queer tiene un lado un tanto histérico respecto a la ciencia, al poder… Están en contra de la academia en lo concerniente a estudios de género, a etiquetas, pero en sí mismo es un movimiento centrado en la producción académica de su saber rebelde, que, a fin de cuentas, es un saber sobre lo sexual. En mi opinión es un callejón sin salida, entiéndase sin acepción peyorativa, más bien todo lo contrario, uno de esos “callejones sin salida” que gusta especialmente al psicoanálisis, puesto que, seguramente, algunos sujetos pueden hacer uso de toda esa reflexión (que en tanto gira alrededor de lo sexual toca algo verdadero), para hacer invenciones singulares sobre su propia sexuación. Experiencias de este tipo, colectivas pero que giran en torno a lo singular, son las que, a mi modo de ver, transforman el lazo social.

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