XV Conversación Clínica del ICF-E. "Homosexuales en análisis"
Jacinto Ruiz del Portal
Psicoanalista consulta privada y psicólogo en centro de acogida de menores Nuevo Futuro (Málaga). Socio de la sede de la ELP en Málaga. Participante del ICF en Málaga.
Pregunta de Mary Cruz Fernández
Para Freud la tendencia perversa esta presente de modo constante en la neurosis y en la sexualidad infantil. Tomar en cuenta las manifestaciones precoces de la sexualidad lo orienta hacia la teoría de las pulsiones con la que descubre la desarmonía de la sexualidad humana, dado que el objeto es indiferente a la realización pulsional, esto le permite separar la perversión de lo degenerativo. La perversión aparece entonces como una perturbación del desarrollo de la pulsión por fijación y regresión, determinada por factores tanto constitucionales como accidentales. La pregunta es ¿Cuales son para Freud estos factores?
Como factores constitucionales Freud nombra la constitución misma y la herencia.
El punto de partida de Freud es que en relación a la sexualidad humana, existe una innata diversidad en la constitución sexual que solo es deducible por sus manifestaciones posteriores.
No obstante, señala que sea cual sea la predisposición innata sexual, no se puede explicar por ella misma la posterior vida sexual de los sujetos. Así, una misma constitución puede dar lugar a resultados diferentes.
En virtud de lo anterior, además de los factores constitucionales (de los que se sabe bastante poco) se necesitan otros factores para poder explicar las perturbaciones en la vida sexual de los sujetos. A estos factores Freud los llamara factores accidentales, y son.
La madurez precoz. Para Freud, la precocidad sexual, que se puede revelar en la etiología de la neurosis es un factor que puede interrumpir, abreviar o suprimir el periodo de latencia infantil, ocasionando la aparición de la perversión.
Factores temporales. Lo que Freud puede decir sobre estos factores (que no se pueden desligar de la madurez precoz por ejemplo) es que la alteración del orden temporal en la síntesis de los componentes del instinto sexual se reflejará en la modificación del resultado.
Como se puede ver, Freud cree firmemente en la sucesión temporal de determinadas etapas en la sexualidad (oral, anal, fálica), que en caso de ser alterada, dará lugar a la perversión.
Adherencia de las impresiones precoces. En relación a este factor, Freud pone el acento en la intensidad de una determinada impresión como determinante de la dirección del instinto sexual. Lo que ocurre es que también aquí Freud no puede afirmar con exactitud la razón de por qué se dan diferencias entre unos sujetos u otros o de que dependen esas diferencias.
Fijación. En consonancia con el resto de factores accidentales, Freud afirma que la casual excitación del instinto sexual por influencias exteriores, como puede ser la seducción por otros niños o adultos predispone al sujeto seducido hacia la fijación de tal escena.
Como síntesis podemos decir que, efectivamente, Freud dice que pueden darse peligros en el placer preliminar, es decir, que, si a partir de determinados factores constitucionales, se produce una sobreexcitación temprana de determinadas zonas erógenas, puede darse una fijación a esa satisfacción y producirse un límite en el desarrollo hacia la sexualidad adulta. Añadir que el papel de la represión en estos procesos es fundamental, ya que mediante la misma es que se produce dicha fijación.
Pregunta de Eduard Fernández
En “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, Lacan parece seguir a Freud cuando afirma que todo el problema de las perversiones consiste en concebir como el niño, en su relación con la madre, relación constituida en el análisis no por su dependencia vital, sino por su dependencia de su amor, es decir por el deseo de su deseo, se identifica con el objeto imaginario de ese deseo en cuanto que la madre misma lo simboliza en el falo (E 536). Sin embargo, poco tiempo después, en su escrito Juventud de Gide o la letra y el deseo, hay dos pasajes donde aparece contraponerse a esta consideración. En primer lugar cuando critica “la complacencia de lo ya oído, propia para suscitar la aquiescencia docta de los informados, que se obtiene a buen precio recordando la preponderancia de la relación con la madre en la vida de los homosexuales”. En segundo lugar, cuando lacan alaba la obra de Delay por preservar “a lo largo del libro de lo que la pedantería psicologizante ha impulsado al drama de la relación con la figura de la madre (E.725/726). ¿Como articular lo dicho en ambas obras sin caer en una contradicción? ¿Que movimiento se ha producido para que en un tiempo tan breve se produzca este desplazamiento?
Efectivamente, en “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, texto freudiano de Lacan en tanto que marca al significante como lo que ordena el deseo, Lacan señala que en las perversiones, el niño se identifica con el objeto imaginario de la madre, es decir, con el falo de ella. Pero en su escrito “Juventud de Gide o la letra y el deseo”, texto que escribe sobre Gide para señalar otro del psiquiatra Jean Delay, Lacan, critica esta generalización, señalando que el caso de Gide esto no ocurre así.
¿Qué fue para ese niño su madre? pregunta Lacan en él. Y nos adentra en un recorrido de esa relación original, a la que le dará el peso de un destino en la elección amorosa de André Gide.
Lacan dice: “Se sabe bien que para querer sobremanera a un niño hay mas de un modo, y también entre las madres de los homosexuales”. El modo en este caso, es el del amor identificado a los mandatos del deber que resume la posición de la madre respecto a su hijo único. Hasta el final de su vida no dejo de indicar a su hijo como había que actuar en la vida, sobre todo en lo referente a la moral y las buenas costumbres, pero lo que se pone de manifiesto es que el amor del que se trata aquí no es un amor enlazado con el deseo simbolizado y normalizado por el falo, sino que se presenta al revés de la forma clásica de la posición homosexual, en la que el niño ocupa el lugar de este objeto para la madre y funciona como su falo.
Lacan, cuando señala la importancia del deseo materno precisa que la presencia o ausencia se convertirá para el sujeto, en signo de su deseo y entonces gozo. Es con eso que inscribirá su propio deseo, habiendo sido el un niño deseado o no.
Según esto, el destino de Gide fue el de un niño no deseado, no hubo en su madre el deseo por este hijo y sin esta investidura tampoco hay del deseo de un padre que ella transmita y sostenga desde su posición deseante. El destino no fue como falo de su madre.
Pregunta de Andrea Freiria
En su curso titulado “El partenaire/ síntoma” J. A. Miller dice lo siguiente. “las estructuras de la sexuación tal como las dispuso lacan, fueron hechas especialmente para permitir articular el goce propio de cada sexo”, frase que parece clave para situar la relación ante el “no hay” de las distintas posiciones.
Para eso distingue dos objetos, aquel que cada uno va a buscar en su partenaire, el objeto fetiche, del lado masculino y el objeto erotómano del lado de la posición femenina, donde el amor y el goce serian indisociables.
De la homosexualidad masculina dirá que predomina el goce silencioso, aquel al que se puede acceder mediante un intercambio de signos que prescinde del blablablá del amor.
¿Que formas tomaría el amor del lado de la homosexualidad femenina?
En el curso que citas, Miller nos dice que este reparto, estas dos formas de goce, del lado masculino por un lado y del lado femenino por otro, también da cuenta de las dos formas de amor diferenciadas por Lacan en relación al objeto de deseo, que son efectivamente, la forma fetichista y erotómana.
Entonces, en la forma fetichista el objeto (de goce) se satisface sin necesidad de que el amor se funda con él, siendo para Miller la homosexualidad masculina donde esto se lleva al limite. Así, los parteneires pueden hacer el amor sin hablar, ya que el objeto no se busca ahí.
Pero según Miller, siguiendo a Lacan, la homosexual femenina, en tanto está del lado femenino, lo que busca en el otro es la prueba de amor, siendo el objeto dicha prueba.
En la homosexualidad femenina el Otro del deseo, un Otro que se puede nombrar como A tachado, un Otro dividido, tiene que hablar para que el sujeto homosexual reconozca allí su objeto y pueda entonces sentirse amado. Por eso dice Lacan que el amor es necesario para el goce, que sin amor no hay goce en esta posición.